Capítulo 2 - El último adiós

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Llevo toda la noche llorando. Mi vecina Pilar, una mujer rubia con ojos castaños y bajita que no debía de pasar de los setenta y cinco, cuando se enteró de lo sucedido corrió a buscarme y me ofreció quedarme en su casa, le dije que no era necesario pero no aceptó un no por respuesta.

Conozco a Pilar desde los cinco años más o menos, así que ella era como mi abuela.

Recuerdo un día, cuando yo tenía 7 años, que Pilar estaba haciendo un bizcocho. Ese aroma tan delicioso inundó mis fosas nasales y como niña que era fui a por un trozo. Llamé a la puerta de Pilar y ella encantada me ofreció un vaso de leche con bizcocho. Un rato después mi madre vino a preguntarle a Pilar si me había visto cuando me vio allí. La había asustado, debería haberla avisado.

Sin darme cuenta, las lágrimas bajaban por mi mejilla. Pensar que ya solo vivirá en mis recuerdos es muy duro.

- ¿Sophie? - Pilar me llamaba tras la puerta. - ¿Estás despierta?

- Sí, pasa - Dije quitándome las lágrimas de mis mejillas.

Nada más entrar, Pilar se acercó a la cama y me dio un gran abrazo, un abrazo que te dan fuerza, que te ayudan cuando más lo necesitas. Cuando se separó me dio un beso en la mejilla.

- ¿Has podido dormir algo? - Preguntó.

Negué con la cabeza.

- Sigo sin creer que se ha ido para siempre, que ya no la volveré a ver más, que no escucharé su voz - decía mientras rompía al llanto - que ya no haremos pasteles y acabemos con la cocina llena de harina por empezar una guerra, que no pasaremos las tardes de los domingos viendo películas, que nos acostemos algunas noches en el salón y nos quedemos hablando hasta altas horas de la noche...

- Shhh, tranquila - decía mientras me abrazaba.

- Ahora ya no podré hacer nada...

- Tranquila, esto es solo un pequeño bache que se ha puesto en tu camino - trataba de calmarme - ahora baja conmigo que te prepare un buen desayuno.

- Gracias - intenté sonreír.

- He ido a tu casa y te he cogido algo de ropa para que puedas cambiarte, te la he quedado en el cuarto de baño, espero que no te importe.

- No, no. Todo lo contrario te lo agradezco, aunque no tenías el porqué de ir, podía haber ido yo.

- Da igual. Ahora vístete y baja a desayunar.

Cerró la puerta y me levanté de la cama para ir al cuarto de baño para ducharme.

El agua hizo que me relajase un poco. Me vestí con lo que me había traído Pilar, unos pantalones vaqueros, una camiseta de media manga blanca con un gato dibujado y mis manoletinas blancas.

Bajé y me encontré un desayuno con tostadas, cereales, fruta y zumo. En realidad yo no tenía hambre pero sabía que no aceptaría un no por respuesta.

- Ya estás aquí. Siéntate y desayuna cariño - Dijo señalando un taburete al lado de la encimera donde se encontraba mi desayuno.

- Gracias - Dije sentándome y tomando una de las tostadas.

- A las 12 es el entierro... - dijo mientras yo dejaba la tostada. Después de un silencio eterno hablé.

- Gracias Pilar.

- ¿Gracias por qué?

- Por todo lo que estás haciendo por mi.

- Cariño, no seas tonta, no hace falta que me agradezcas nada - me dijo con una gran sonrisa.

Miré el reloj azul colgado en la pared y me fijé en la hora, las diez y veinte.

- Debería ir vistiéndome... Iré a casa, en un rato vuelvo.

- Está bien, pero bébete el zumo. No puedes ir por ahí sin desayunar.

Asentí y me bebí el zumo. Cogí la ropa que llevaba ayer y el bolso donde tenía mis llaves. Abrí la puerta y salí. Corrí lo más rápido que pude para llegar a mi casa, no quería pararme a escuchar "Lo siento Sophie" por parte de algún vecino.

Cuando entré en casa, me recosté sobre la puerta hasta llegar al suelo y metí mi cabeza entre mis rodillas.

"La he perdido por hacer el gilipollas, no debería haberla desobedecido. Ya no está aquí por mi culpa. Si no hubiese ido a esa fiesta ahora mismo estaríamos aquí las dos riendo." - no paraba de repetirme.

Seguí allí hasta que el reloj del salón marcó las 11. Decidí levantarme del suelo para subir a mi habitación y vestirme. Cuando llegué abrí el armario y busqué que ponerme y me decidí por mis vaqueros negros, mi camiseta negra con cuello de bebé blanco y mi abrigo negro junto a mis manoletinas blancas. Entré en el cuarto de baño, me maquillé un poco para tapar mis ojeras y me peiné mi largo cabello castaño en una coleta. Bajé las escaleras, cogí mi móvil y volví a casa de Pilar para irnos al entierro.

Al entierro vinieron todos mis compañeros de clase y amigos, incluso gente que no conocía. Mi madre debía de ser muy querida. Pilar estuvo conmigo todo el tiempo. Todos me dieron el pésame y llegó alguien que no me esperaba... Mike.

- Lo siento mucho de verdad - Me dijo.

- Gracias

- Siento lo de ayer, no estaba... - le interrumpí.

- Mike no es el momento y lo que pasó pasó, por favor para.

Se fue. Un par de personas después, aparecieron mis tíos de Inglaterra, Sarah y Charlie. Mi tía era rubia, delgada y con ojos verdes, era la hermana de mi madre. Y Charlie era moreno, delgado y con ojos marrones. ¿Cómo se habrán enterado? Yo no los llamé...

- Sophie - Me abrazó mi tía. - Lo siento mucho.

- Gracias - Dije

- Luego cuando termine todo vamos a casa y te decimos una cosa.

- Está bien...

Continúe con este duro trabajo. El que la gente te diga "Lo siento" por haber perdido a tu madre, no es muy agradable.

Cuando les tocó el turno a mis amigas, me dieron un gran abrazo y no pude evitar llorar más.

Me giré para ver a mi madre.

- Supongo que este es el último adiós... Estés donde estés siempre te recordaré. Te quiero mamá. Siempre estarás en mi corazón. No lo olvides.

Cuando todo terminó, Pilar, mis tíos y yo fuimos a mi casa. Nos sentamos en el salón. Yo me senté en un sofá con mi tía y Pilar y Charlie se sentaron en otro enfrente. Entre los dos sillones había una mesita de café. Comenzaron a hablar.

- Lo siento mucho cielo. - Me dijo mi tía llorando.

- Gracias... - Dije mientras lloraba. Tenía los ojos rojos de tantos llorar. - ¿Como os enterásteis de esto?

- Los llamé - Dijo Pilar - Creí que debería saberlo su familia, así que cogí un par de números que tenía y llamé.

- Gracias - le traté de sonreír.

- Sophie, teníamos que decirte otra cosa - Dijo Charlie.

- Decidme.

- Eres menor de edad, tienes que terminar de estudiar y aquí en España no tienes familia... - Dijo mi tía.

- ¿Qué quieres decir?

- Te vienes a Wolverhampton con nosotros. - Me dijo mi tío.

Una Nueva Vida |Pausada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora