La llegada... ¿a donde?

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---Hermione---

-Avada Keda…

-Hermione.

Aquella voz sonó sorprendida, desconcertada y horrorizada. Me volví. Yo aún tenía lágrimas en los ojos y estaba parada en mitad de la habitación, con la varita apuntando directamente a MI corazón. Harry se acercó a mí y me arrebató la varita, se veía enfadado.

-¿Cómo pudiste siquiera pensarlo, Hermione?

No contesté.

-¿Acaso no consideraste que cuando él regresara…?

-No regresará, Harry -lo interrumpí bruscamente.

Eso lo desconcertó.

-¿Qué no regresará? ¿De dónde sacaste esa idea? ¿En realidad crees que ese idiota te va a abandonar?

Abrí la boca para contestar, pero él no me dejó:

-¿Cómo puedes darle la espalda ahora, Hermione?, ¿qué crees que haría Draco en tu lugar?, ¿abandonarte antes de que tú pudieras regresar?

Las lágrimas empañaron mi rostro.

-Tienes que ser fuerte, Hermione -me dijo Harry limpiando mis lágrimas- Eres fuerte, lo sé.

-No lo soy -dije con la voz quebrada- No lo soporto, no soportaré otro día así, sin Draco. Es… horrible -en la última palabra ya estaba sollozando.

Harry me abrazó.

-Claro que lo soportas -me aseguró- Porque él volverá por ti.

-No lo puedes saber -repuse.

-No -admitió él- pero, ¿y si lo hace? Tampoco tú puedes saber si morirá.

Ante esa réplica no supe que contestar.

-Anda, Hermione, solo tienes que centrarte. No te dejes llevar por los recuerdos, ellos conducen a la nostalgia, y la nostalgia al suicidio, como ya lo habrás notado.

Le correspondí el abrazo, llorando como regadera.

-¡Oh, Harry! ¡Lo extraño tanto! ¡Draco!

Me sonrió con tristeza.

-Abrázalo. Abraza a ese idiota, te hará sentir mejor.

Y lo hice. Me abracé a su torso, por más que tuviera que estar parada, con la cabeza apoyada en su pecho… entonces escuché algo… unos latidos… más fuertes de lo normal. Me levanté de un brinco y grité como nunca en mi vida:

-¡¡DOCTOR!!

Harry se sobresaltó y se tapó los oídos. Seguí gritando, hasta que el doctor, confuso y molesto, entró en la habitación. Señalé a Draco como niña pequeña, sin poder hilar una frase.

-Su… latir… corazón.

Pareció más o menos entender.

Pronto toda la habitación se convirtió en un patio de recreo, con todos los enfermeros corriendo de aquí para allá, murmurando y ayudando. A pesar de la multitud, en ningún momento solté la mano de Draco, y Harry no me soltó la mía.

-Lo estamos perdiendo… -dijo una enfermera con frustración.

"No", pensé horrorizada.

-Draco -murmuré, nadie me escuchó con el gentío, pero yo solo trataba… de llamarlo- Draco.

Seguí murmurando su nombre, y lo seguiría haciendo hasta que se me acabara la voz.

Entonces la sala quedó el silencio, el doctor me miró con pena… y comprendí lo que significaba. Me eché a llorar, sin parar de murmurar su nombre, solo una persona no había quitado los ojos de mi Draco: Harry.

-Vamos, idiota, no te rindas -oí que decía Harry en voz baja.

Y por un momento, el tiempo se paralizó, para ver la expresión de felicidad más radiante que cruzó el rostro de Hermione.

La fuerza del destino (Draco y Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora