El día trágico

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---Draco---

Me encaminé al despacho de Dumbledore. Sentía mi corazón suplicarme que me largara. "Si lo hago la matarán" le recordé, él se estremeció bajo mi túnica.

-¡Expelliarmus! -grité apenas llegué.

La varita de Dumbledore salió volando ¿cómo lo hice así de fácil? Entonces me percaté que había dos escobas al lado del profesor.

-¿Quién más está aquí? -exigí sabes, tratando de controlar mi voz.

-Ya se ha ido -contestó con calma Dumbledore- ¿Qué te trae por aquí, Draco? ¿Has venido a visitarme?

Me tembló el labio.

-He venido a matarlo -repuse.

-Draco, tú no eres ningún asesino.

-¿Cómo lo sabe? Soy terrible, casi mato a dos personas, o mejor dicho a tres -recordé la lágrima de Hermione- No tengo opción.

-Siempre hay opción. Sé que tú no harías algo así. ¿Por qué?

-Por ella -dije bruscamente- Si no lo hago él la matará, no puedo vivir sin ella.

Dumbledore sopesó mis palabras. Antes de que dijera nada yo volví a hablar:

-Harry Potter la necesita, no tengo opción, si se aleja de mi irá con él.

Dumbledore sonrió con tristeza.

-Entonces me temo que tendrás que matarme. Adelante, no será difícil, no me defenderé.

Tragué saliva. No quería hacerlo... la mano con que sostenía la varita temblaba, y casi ni siquiera podía apuntar. "Por Hermione" dijo una voz en mi cabeza "Hazlo por Hermione". Pero simplemente el maleficio no salía de mis labios. Entonces se escucharon pasos, Bellatrix, Fenrir y otros más entraron en la habitación.

-¡Querida Bella! ¿Cómo te ha ido? -dijo Dumbledore como si los recibiera en su casa.

Bellatrix bufó.

-No estoy para tus juegos, Dumby.

-¿Juegos? No son juegos, son buenos modales.

-El chico no lo hará -interrumpió Fenrir- Deja que yo me encargue.

-¡No! Él es el elegido del señor Tenebroso.

Antes de que nadie pudiera replicar, Severus Snape entró en la estancia. Me empujó con crueldad y bajé la varita, confuso y agradecido. De pronto, Dumbledore habló, y por primera vez lo hizo con tono suplicante.

-Severus... por favor.

Snape levantó la varita con una mueva de odio.

-Por favor...

-¡Avada Kedavra!

Me había quedado tan mudo que no pude ni gritar. Albus Dumbledore se precipitó por la ventana, como un muñeco de trapo. Snape me agarró del brazo y me jaló lejos de allí.

La fuerza del destino (Draco y Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora