CAPITULO 4:

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— ¿Entonces están buenos?—miré todo con desgana.

Era lo de siempre. Vicky era muy buena en lo que hacía. Pero la mosca en la leche, era su ansiedad, empalago e insistencia conmigo. Llevaba dos años como secretaria de recepción y si seguía así, este sería el último.

—Sí. Están buenos. Ni una falla—los volvió a revisar.

— ¿Y esto?—se inclinó hacia mí, señalando una letra en el documento, pero tambien casi poniéndome sus senos en la cara.

—No—gruñó.

—Ni está leyendo lo que le muestro—hice una mueca.

—No es necesario. Los documentos están buenos, así que te hubieses ahorrado la venida—se molestó—de ahora en adelante, puede mostrarle las cosas a Tammy. Y no tendrá que sufrir por venir hasta mi casa—negó—o no me hará sufrir a mí con su presencia aquí—mascullé.

—Entonces iré a la empresa a enviarlos—casi grité de júbilo porque se iba.

—Mejor. Sus cinco minutos se acabaron—tomé el teléfono para avisarle a Magdalena que podía mandar a la joven a su entrevista.

—Pero...—levanté la mano, mandándola a callar.

—Señor—respondió el ama de llaves.

— ¿Ya tiene ahí a la señorita Jenks?—esta entrevista era justo lo que necesitaba para zafarme de la tal Aracelles.

—Sí señor. Está aquí conmigo—alejé a la secretaria.

—Hágala pasar ahora mismo. Es hora de hablar con ella—obedeció—Vete—ordené a Vicky, mientras imprimía la hoja de vida de la postulante.

—No hay que ser tan petulante—la miré de lleno.

— ¿Cómo dice?—extendió los papeles con una sonrisa exagerada.

—Léalos otra vez—

—Ya es suficiente—volvió a inclinarse.

—Enviémoslos desde aquí—tomó el mouse.

— ¡Vicky, ya basta!—la puerta sonó con dos golpes—adelante—di gracias a Susana por mandarme la salvación de no tener que aguantar más a la ratita pelirroja—Señorita Aracelles—hablé con sequedad.

La puerta se abrió con suavidad, revelando a la que supuestamente sería la nueva asistenta y niñera de Julieta.

Y lo primero que vi, fue... ¿Qué hacía con el uniforme puesto? Magdalena otra vez. ¿Qué acaso hoy era el día en que volarían más cabezas de empleados que en los demás?

Vicky tambien la miró, y vi sus ojos brillando de forma retadora. Que patética. La joven, algo confundida, no se movió de donde estaba, con las manos entrelazadas al frente. El uniforme le quedaba un poco grande y ya no llevaba el cabello en un semirecogido, sino una trenza templada con dos mechones del flequillo a cada lado. La cara limpia, ojos cafés, labios perfilados. Roberto tenía razón. Era bonita. Bastante. Aunque de forma discreta.

— ¡Aloha!—gritó, poniendo manos de jazz y una sonrisa de loca de manicomio.

Y todos los atributos que le había visto antes, se esfumaron con semejante cagada.

¿A qué loca me trajeron para una entrevista? ¿Aloha? ¿Enserio?

Me quedé fuera de lugar, y no necesariamente por su belleza. ¿Cómo cuantos tornillos perdió de la cabeza? Podría asegurar que todos. El nombre de Aurelia la había traumado hasta el punto de dejarla bruta.

PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora