CAPITULO 28:

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Justo cuando mi reloj de pulsera pitaba en la mesita de noche a las diez de la noche, me fui a dormir, luego de un largo día. Como predije, Marian se rehusó al vestido. No quería el dinero, ni mucho menos lucir algo con lo que según ella, aunque no en sus palabras, se sentiría fuera de su estilo. Y sabía el motivo.

No estaba acostumbrada a los lujos, al dinero encima. Se vestía de forma sencilla y se daba sus pequeños placeres, y para ella eso estaba bien. Pero algo en mí, me decía constantemente que se merecía más. Se merecía todo un guardarropa para ella, cientos de tacones, sandalias, vestidos de marca, lentes de sol de todos los colores, joyas y perfumes. Pero tambien se merecía una biblioteca entera para ella solita. Si comprando ropa bonita, se sentía contenta y tal vez sonreiría, yo moriría por ver su cara de éxtasis al entrar en una librería y suspirar al decirle que tomara los libros que deseara. Leer el resumen minuciosamente, dejarse conquistar por la portada, por los personajes aun sin conocer, el dulce y embriagador aroma de sus páginas y luego devorarlos días y noches enteros, riendo con ellos, llorando por el final, no queriendo abandonarlo y volver sobre ellos, luego de meses o años de no tocarlos. Ese era un dulce placer que ambos compartíamos en solitario.

Terminé por convencerla, metiéndome por su trabajo, para que dejara de poner peros. Y cuando me dio las gracias y se despidió, con mi pequeña a su lado, que dormirían juntas, pude darme por satisfecho. Ultimé correos pendientes y me metí entre las mantas a descansar. Mañana sería un gran nuevo día.


...Abrí los ojos y me encontré delante de una puerta de madera. La puerta de la oficina de mi empresa. A mi alrededor, los empleados seguían trabajando como si yo no estuviese aquí. Ignorándome.

Dudoso, abrí la puerta, sin saber por qué de un momento a otro estaba en mi empresa en Beverly Hills. Al entrar. Una figura. De una mujer, me daba la espalda, enfundada en un conjunto de dos piezas, color negro. Falda y top. El cabello en un semirecogido. Estudiaba un retrato en silencio. Cerré la puerta, provocando que se diera la vuelta. Marian.

— ¿Qué haces aquí?—se apoyó en el escritorio

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— ¿Qué haces aquí?—se apoyó en el escritorio.

—Olvidaste tu cartera y teléfono en la casa—sin poder frenar, avancé hasta donde estaba—te los traje—susurró.

—Un error por mi parte—asintió.

Sentí un perfume llegar a mi nariz. No era el suyo. Era el de mi esposa. Tragué saliva. El conjunto negro recordé, tambien era de ella. Se lo había dado su hermana en un cumpleaños y era de sus favoritos.

—Traes su ropa. Su perfume—balbuceó una disculpa.

—Fue lo único que encontré presentable para venir—

Estaba sexy. Arrebatadora. Y perversamente, le quedaba mejor a ella que a mi esposa.

—Te pareces a ella—susurré—pero en sueños eres mejor—

PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora