CAPITULO 8:

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Miré al techo, contando las veces que parpadeaba la lucecita de la alarma contra incendios. Cada cuarto de la mansión la tenía. Afuera caía la primera lluvia del año, con un poco de relámpagos y rayos ocasionales. A mi lado... Una pequeña de seis años, aferrando su muñeca y mi brazo, respirando de forma apacible.

Eran las tres treinta de la mañana y yo no podía dormir. No dejaba de darle vueltas a todo lo que había pasado el día anterior, la llegada de la nueva asistenta, las discusiones con Julieta, y la embarrada cuando me reuní a las nueve con la señorita Jenks. Sencillamente esa mujer no sabía cómo hacer obedecer a una niña. No sabía si era porque se trataba de una mujer. Pero todas parecían tener ese instinto maternal, de querer confrontar a los niños y no castigarlos. Aunque agallas si tenía... Las mismas que el infantilismo en su cuerpo.

Primero, una guerra de comida en mi propio comedor, entre Julieta y su niñera. La que debería ponerle orden a todo. Y después irme a mi oficina a trabajar un poco y ¿que ella llegara a mi despacho completamente empapada de pies a cabeza? No usaba el sentido común.


FLASHBACK:

Firmé el último documento de la noche. Un contrato que pedían aprobar. Cuando la puerta sonó con dos golpecitos inseguros. Al ver el reloj, eran las nueve y diez minutos. Di el permiso de entrada a regañadientes.

—Me... ¿Me mandó llamar a esta hora, señor Jiménez?—cuando la miré, la verdad no supe que decir.

El uniforme chorreaba agua, sus zapatillas borboteaban al dar pasos, no tenía maquillaje en el rostro, y su cabello goteaba en el suelo de madera. Sin embargo se veía sensual. La mirada serena, las ropas pegadas a todo el cuerpo, agua resbalando por su cuello y metiéndose entre el uniforme a parar quien sabe en qué etérea parte. Parecía una sirena recién transformada. De milagro no estaba desnuda.

Y si la miraba como si no supiera que opinar, era porque de mirarla de otra forma, ya tendría una demanda por acoso sexual.

—La llamé para hablar con usted, de mi hija y de su primer día como asistenta en esta casa. Pero... creo que ahora hay otro motivo. ¿Se puede saber por qué está chorreando agua?—

No había estado mal para ser el primer día. Salvo el incidente con los fotógrafos, y la mala educación de mi hija. Pero eso definitivamente podía esperar. Antes quería saber, porque lucía como si la hubiesen tirado a la piscina del patio. ¿Habrían vuelto a hacer los del servicio el ritual de iniciación, donde uno de ellos debía saltar al agua, corriendo el riesgo de ser pillados y echados apenas sin empezar? Aunque justo ahora podía suponerme que pasaba. Y que la causa de que ella estuviera así, tuviese dos nombres, un apellido y mirada de diabla en formación.

—No me lo diga. ¿Julieta?—soltó una risita burlona, cruzándose de brazos.

A su alrededor se formaba un charco por todo el cabello y ropa mojados.

¿Qué simplemente no podía cambiarse antes de venir? No. Cierto, Charles. Le dijiste que fuera puntual a las nueve, y antes se atrasó en llegar.

— ¿Se refiere a la pequeña de seis años que se cree el chango más lindo de toda la ciudad y que me puso un cartel en la espalda para que me pegaran? ¿O de la que creyó que yo me merecía un baño como ella y me empujó a la bañera?—

Así que eso decía el cartel que llevaba en las fotografías, pegado de su espalda.

Suspiré molesto. Definitivamente no podía confiar en la palabra de Julieta. Decirle que no hiciera diabluras era darle carta blanca para que hiciera lo contrario. Por otro lado... La había empujado a la bañera. Oculté un amago de sonrisa. Nunca alguien me había hecho reír tanto con sus ocurrencias o vivencias diarias desde Susana. Lo que habría dado por tener en video ese empujón.

PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora