1 Semana después.
— ¡¡Julieta date prisa!!—me acomodé el suéter mientras mi hija se ponía sus botitas de caminata.
Al final mis padres me habían convencido. Iríamos al zoo con Julieta. Era un domingo luego del almuerzo. Terminé cediendo porque mamá me contó que mi hija me tenía una sorpresa y deseaba dármela en el parque de animales. Aunque al momento en que me lo diera debía fingir no saberlo. Y si mi pequeña niña era lo único que me quedaba de Susana, la iba a aprovechar al máximo toda la vida.
— ¡Voy papá!—salí del cuarto, con las llaves del auto en la mano.
Recogeríamos nosotros a mis padres en la casa, iríamos al zoológico, comeríamos un helado y me relajaría de todo lo ocurrido en la ardua semana. ¿Quién diría que en tan solo cinco días, una persona podía darle el doble de estrés a otra, solo con fastidiar mientras limpiaba? La señorita Jenks enserio era un dolor de cabeza como para dejar loco de manicomio.
Creía que la mejor forma de disciplinar a mi hija era seguirle el juego en todas sus locuras, porque eso le daba ira a ella y al final la ponía diligente. ¿Pero a qué precio? Se arrojaban más comida, se gritaban entre los cuartos, se perseguían y me empujaban a mí en esas perseguidoras. Si a estas alturas calificara a la señorita Jenks para admitirla o no, como asistenta fija, como asistenta de aseo, tendría un ocho, siendo la nota de uno a diez. ¿Cómo niñera? un cinco. Le ayudaba a mi hija en sus tareas y demás, pero Julieta estaba peor que antes de desobediente y desordenada con los demás.
Hasta la mejor amiga de Marian se había llevado lo suyo por correo. Algo como:
"Permítame preguntarle señorita Restrepo, ¿a qué clase de empleada me envió a la casa? Todo esto es un completo fracaso. La próxima vez absténgase de buscarle trabajos a ella, si no va a actuar con madurez".
Estaba seguro de que fue tanto su terror, que por eso aún no respondía nada al correo, temiendo que me metiera por la pantalla a volver su cabeza un burujo de sesos.
—Es un placer hacer negocios con las dos—escuché una risita en el primer piso.
¿Tres brujas reunidas para un aquelarre?
Leann, Geneva y la señorita Jenks, en el pasillo, discutiendo algo, mientras la nueva asistenta se guardaba algunos dólares en su cartera.
—Deberíamos habernos negado a la puesta, Lea—protestó la cocinera.
—Opino lo mismo que tu—la joven solo se reía.
Una chaqueta puesta, un bolso manos libres en los hombros y un gorro para el frío.
Al parecer la señorita Jenks tambien tenía planes de salir por ahí. Igual todos los asistentes tenían ese permiso y la casa quedaba sola por unas cuantas horas, pero no me la imaginé capaz de eso, con la cara de poco sociable que tenía.
ESTÁS LEYENDO
PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTE
RomanceLa vida de Charles Jiménez, ha sido siempre organizada, y desde niño, la buena suerte le ha hecho compañía. Tiene una familia numerosa, el trabajo de sus sueños, y con él, unos empleados diligentes. ¿Pero qué pasa cuando olvidas agradecer lo bueno? ...