CAPITULO 39:

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Cuando volví a abrir los ojos, eran ya las seis de la mañana. El sol asomaba entre las cortinas del cuarto, y algunos pájaros cantaban fuera en la ventana. Miré a mi lado, a una señorita Jenks, dormida boca arriba. Con las mantas cubriendo solo de su cintura para abajo. La blusa corta, se le subía, dejando ver su estómago. Y graciosamente, un pezón escapando por un tirante de la blusa. Me apoyé en el codo, cubriéndola con las sabanas, sin despertarla.

Se veía tan tranquila, dulce y diferente del resto del mundo. Una rara y preciosa joya. Una que a pesar de yo ansiar resguardarla, lejos de otros hombres, debía entender que no podía. Era, el que gozara de su libertad, lo que la hacía ser lo que era. Sonriente, sarcástica, infantil, y loca. Y no la quería cambiar.

Volví a verla, cuando gimió muy quedo, en la cama.

¿Una pesadilla?

Esperé. Volvió a sacudirse con el ceño fruncido.

—Quiero a mamá—susurró—ellos no—gimió—papá, mamá—me acerqué—no, no—

—Ey...—la moví—Marian—sacudió la cabeza.

— ¡No! ¡No!—la tomé de las mejillas.

—Marian, despierta—uní mi frente a la suya—nena—abrió los ojos de golpe, respirando agitada, soltando un gritito—shhh, ya pasó. Fue una pesadilla, tranquila—suspiró, cerrando los ojos.

— ¿Charles?—

—Soy yo, aquí estoy—me abrazó.

—Eres tú. Y solo fue un sueño—asentí, sujetándola contra mí.

—Todo está bien—apoyó la frente en mi hombro.

—Iba a morir. Lo juro. Soñé con mis padres. Pero esta vez ellos estaban fuera de la casa, y era yo la que me quedaba atrapada en el fuego. Y parecían felices por ello—froté su espalda—y te vi a ti tambien. Me llamabas desde afuera... desesperado. Pero no podías ayudarme—le tembló la voz—te gritaba con todas mis fuerzas y te ibas alejando. Iba a morirme—negué.

—No va a pasarte nada. Aquí estoy—susurré en su oído—aquí estoy—me recosté con ella, atrayéndola a mis brazos—duerme—su corazón latía desbocado.

—No me dejes—susurró.

—Shhhh—inhaló de forma temblorosa—no iré a ningún lado, calma—su respiración, comenzó a acompasarse con la mía—tus padres están a salvo en ese mismo lugar que Susana. Y te aman. Jamás pensarían lastimarte. Y yo no dejaré que nadie más lo haga nunca—se acurrucó en mí.

Ya no estaba en plan infantil.

— ¿Me lo prometes?—le di un beso en la frente.

—Te lo prometo—comenzó a quedarse dormida otra vez. Besé sus labios y fue como si la hubiera vuelto a despertar.

—Ya es de mañana—suspiró.

—Son solo las seis. Sigue durmiendo—negó.

—Julieta—le sonreí.

—Yo la llevo. No estás en condiciones—

— ¡Claro que lo estoy! Me levanto en breve y la acompaño a la escuela—volví a negar.

—Estás mal dormida. Descansa. Ya harás los demás deberes después—

—No—protestó.

—Sí. La llevo yo—le acaricié la mejilla.

— ¿Estás seguro?—dudó.

—Si—bufé.

— ¿Seguro, seguro?—rocé su nariz.

PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora