CAPITULO 67:

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Los días pasaron y las cosas cambiaron un poco. Alicia asistió a la citación del juzgado, acatando la demanda. Y si bien quedó acusada de chantaje y tenía que pagar una multa, tambien el juez le había dado un plazo de dos semanas para sacar las cosas de la casa. Consideraba que ella y yo debíamos solucionar las cosas por las buenas, antes de hacer cumplir del todo la demanda. Y de eso ya había pasado siete días. Julieta terminaba de recuperarse de la cirugía y ya podía volver a la escuela, aunque no tenía permitido jugar de forma brusca, ni realizar los ejercicios en educación física. Tenía incapacidad médica.

Mientras yo desayunaba y le ponía los peros a Alicia para que se marchara ya, Marian alistaba a Julieta para la escuela. Aunque no fuera ella la que la llevara. Tenía cita de odontología para un blanqueamiento dental, y Magdalena haría el favor hoy.

--Aun no se cumple el tiempo que anunció el juez. Tengo máximo dos semanas. Hasta el otro miércoles de la otra semana. Relájate tesoro—

--No—la miré—ni yo lo haré, y tú tampoco deberías hacerlo. Hoy mismo en la tarde te vas—

--Pero Charles...—me puse de pie.

--¿Qué crees que es esto? ¿Qué te estoy dando una segunda oportunidad? No. Estoy acatando lo que dijo un juez. Tú cometiste una falta. Tienes un lapso de dos semanas para irte, pero eso no indica que te quedes hasta el final, y yo te dé derecho a ello. A menos que quieras que presione al juzgado y te pase algo más grave, más vale que empieces desde ya a empacar—apretó los labios, dándole un golpe a la mesa.

--¡No es justo!—aburrido, terminé el desayuno y llevé los platos a cocina.

--Deja de repetirlo. Nada de lo que digas o hagas va a cambiar mi decisión. Voy a alistarme para trabajar, y Carlotta puede ayudarte a empacar las cosas. Pero si a la tarde que venga, sigues aquí, me encargaré yo mismo de sacar tus cosas. Y como la última vez. ¿Te queda claro?—No respondió—que si te queda claro—se puso de pie.

--¡Sí! Ya entendí—Magdalena apareció por el pasillo del servicio, acomodando su ropa

--estoy lista para llevar a Julieta, Señor—masculló

--Perfecto. Ella debe estar por bajar. Gracias por la puntualidad, Magdalena—asintió a regañadientes.

Parecía estar de malas pulgas. De nuevo. Entendía que le frustrara hacer cosas que no eran de su competencia. Pero si iba a ser empleada de la casa, debía atenerse a los cambios de vez en cuando.

Se alejó, llamando a la pequeña desde las escalas.

—Julieta. Es hora de irnos—escuché los pasos en el segundo piso, y un grito de la niña. Aunque no pude entender que era lo que decía.

Bajó con rapidez. Y cuando pensaba salir como una tromba, la detuve.

--¡Ey, ey!—me miró— ¿Qué no te vas a despedir de tu padre?—se acercó, de mala gana y besando mi mejilla— ¿estás bien?—afirmó.

--Es solo que... a veces me aburre que me lleve Magdalena. Pero no te preocupes... es solo por hoy. ¿No?—

--Sí. El resto de días puede llevarte Marian—me acuclillé frente a ella—aprende mucho—sonrió—y si te sientes mal, me llamas o llamas a Marian—le rocé la barbilla

--de acuerdo—

--aunque pienso que no deberías ir aun. No terminas de aliviarte—

--pero quiero ir hoy. La maestra Michelson dijo que haríamos un rato de pelis y comeríamos palomitas de maíz. Nos hemos esforzado mucho en su clase—

PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora