CAPITULO 31:

1.7K 121 8
                                    

Al abrir la puerta de mi oficina, vi representado ante mí, una escena bastante peculiar y conocida. Una mujer me daba la espalda, observando una imagen de la pared, el cabello recogido sobriamente, un vestido blanco entubado. Ya sabía quién era. No hice ni un solo ruido, cerrando con suavidad y apoyado en la pared, mientras ella rozaba la pintura.

—Bonita—susurró, llevándose la copa a los labios.

No sabía que fuese amante del licor.

—Así que... Paulette—sonreí sardónico.

La había pillado. Aunque mis empleados no.

La pobre, dio un salto y comenzó a toser, atragantada con la bebida, cubriéndose la boca y dando la vuelta. Mi sonrisa se desvaneció de golpe.

 Mi sonrisa se desvaneció de golpe

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Esa ropa... esos zapatos y joyas. ¿Susana? No. Marian. Pero... era idéntica.

Sentí como si me dieran un puño en el estómago.

—Charles—

La voz si era la de Marian.

—Que...—recordé el sueño. En ese sueño ella tenía la ropa de mi esposa. Solo que de otro estilo y otro color.

¿Ahora yo estaba tambien de vidente para predecir esto que estaba pasando?

— ¿Qué haces con la ropa de Susana?—acorté toda distancia, quedando a su altura. Los tacones la dejaban alta, casi a mi altura, con su frente casi a la altura de mi nariz.

Le di una vuelta, escaneándola, sin poder creer, lo igual que se veía a mi esposa con ese vestido, y tambien lo bien que le sentaba tenerlo.

—No voy a repetirlo—me siguió con la mirada, nerviosa—que haces con la ropa de...—el perfume me llegó a la nariz.

Tambien el de mi esposa.

No me resistí a ese aroma, acercándome a su cuello, rozándola con los labios donde latía el pulso.

— ¿Charles?—jadeó.

— ¿Qué haces con su perfume?—la voz me salió ronca, reconociendo que la deseaba justo ahora, sin importar quien de las dos fuera.

—No iba a hacer nada malo, lo juro. Lo que pasa es que...—mi esposa se estaba convirtiendo un recuerdo vago en mi cabeza.

Hace unos meses si hubiese pensado esto, me habría colgado al instante. Para mí no había nadie más que Susana. Ahora esta mujer estaba entrando en mi vida con toda la furia, con toda su sensualidad y belleza, y estaba reemplazando ese recuerdo. Y una parte de mí no quería. No deseaba renunciar al pasado. No quería soltar.

—Te pareces a ella—negó de forma rápida—el vestido, el peinado, la misma estatura—

—No era eso lo que pretendía. Me dijiste que debía representar a la prima de Julieta, y te dejaste el teléfono y la billetera en casa, te los iba a traer, pero si querías que hiciera ese engaño de esa mujer adinerada, necesitaba vestirme como tal y no arruinarla antes de tiempo—

PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora