PRÓLOGO:

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9 de Agosto de 2008, Beverly Hills, California.

"Dios te salve María, llena de eres de gracia, el señor es contigo..."

Abro los ojos, viendo las manecillas del reloj, avanzar, tan lento, que parece que esta agonía no va a terminar.

Mi madre termina la oración, y las voces suaves y monótonas, le responden a coro. El día es gris, y afuera, cae una leve llovizna. Como si el altísimo llorara, compadeciéndose de nuestra tristeza, pero celebrando al mismo tiempo, el regreso de una hija perdida.

Si es que el paraíso y ese ser invisible, llamado Dios, existen.

Al pasar la vista por todo el lugar, veo a mis cuñados, Xavier y Victoria, asomados ante el féretro, viendo a su hermana, a través del cristal. El, apretando los labios, conteniéndose. Y ella, rozando el vidrio que las separa, con las mejillas llenas de lágrimas, y el rostro desencajado por el dolor.

Sé cómo se sienten. Porque ellos, tanto como yo, no volverán a verla sonreír, no volverán a escucharla contar esas increíbles historias de nacimientos, y sus hazañas para traer a la vida, cientos de niños sanos y fuertes. O cantando, con su voz dulce, y sus dedos rasgando las cuerdas de una guitarra. No volverán a ver sus ojos brillando de alegría al notar que las rosas del jardín trasero, ya abrieron sus capullos, o esa dulzura maternal, al contemplar a su hija, jugando con sus muñecas.

Susana se había marchado para siempre.

Fue tan pronto, tan sorpresivo, que ya era muy tarde cuando se pensó en hacer algo. Una enfermedad. ¿El tétrico diagnostico? Tuberculosis. Y de las más fuertes. Ocurrió hace tan solo unos días, una tarde soleada y tranquila. El medico nos había dicho que no había nada por hacer, ella solo podía reposar. Pero se negaba a rendirse tan fácil.

Oró muchas noches, suplicando a ese Dios en el que ella creía, que no la llevara todavía. Tenía mucho por vivir, y una niña de cuatro años que cuidar. Mejoró solo un poco, sí. Pero no para seguir con nosotros.


FLASHBACK:

—Me recupero. ¿No? Mis oraciones han valido de algo, estos días. Alabado sea mi Dios—estaba tan feliz, que no vio la mirada apesadumbrada que el Doctor Asaf, me dirigió.

Y cuando ella salió, para llamar con su hermana y contarle la grata noticia, el medico se sinceró.

—Los próximos días serán decisivos, señor Jiménez. No quiero darles falsas esperanzas, pero... lo que a ella le ha pasado, solo tiene una explicación. Es a lo que le llamamos "mejoría de la muerte". Los pacientes acostumbran a mejorar unos días de su enfermedad, y parece como si de nuevo todo fuera bueno y feliz. ¿A los días? Muerte. Aprovechen el tiempo que les queda. Y si enserio cree ella en un Dios, que siga orando—me dio una palmada en el hombro antes de marcharse.

FIN DEL FLASHBACK


Y así fue. Días más tarde, mientras ella descansaba, por un leve dolor de cabeza, yo trabajaba en la oficina. Un estruendo en uno de los cuartos, estallido de vidrios rotos. Un grito. Luego nada.

Corrí sin pensarlo dos veces y al entrar, estaba ella en el suelo, inerte, con sangre en su mano derecha, de los vidrios rotos, el líquido transparente y vital formando un charco a su alrededor, y su tía Magdalena, pidiendo ayuda a gritos. La llevamos al hospital. La espera fue larga. Aunque supe en ese momento lo que pasaba y lo que el medico había anunciado ya, fue duro aceptarlo.

PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora