CAPITULO 66:

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1 día después, a las siete de la mañana...

Gruñendo, me di la vuelta en la cama, cuando el teléfono comenzó a timbrar con una llamada. ¿A quién se le ocurría llamar tan temprano, cuando estaba tratando de descansar?

Entre dormido y despierto, miré de quien se trataba. Alicia.

Puse el altavoz, dejando el móvil en la mesita de noche.

--¿Qué?—sus gritos se escucharon en todo el cuarto.

--¡¿Quieres explicarme que significa esto, de que tengo una demanda, y me citan esta tarde en el juzgado?! ¡¿Estás de broma, Charles?—

--No. Es verdad. Y más te vale que vayas—

--¿demanda de qué?—acostado boca abajo, volví a cerrar los ojos.

--analiza que hiciste en los últimos días. Ah sí. Chantaje. Y meterte con la privacidad de mi hija, de Marian y mía—

--Date por muerto, ¿me oyes? Voy a mandar a que publiquen ya mismo toda esa mierda—gritó.

--Hazlo si quieres. Y luego lo verás todo desde prisión y debiendo mucho dinero—

--Charles, esto no es justo—me senté, tomando el móvil.

--¿Justo? ¿Qué sabes tú de justicia, cuando todo lo acomodas a tu amaño y te metes en mi vida, haciéndoles daño a todos lo que hay a mi alrededor, solo por un maldito capricho?—

--soy tu prometida—

--Lo eras. Hasta que metiste las patas bien hondo. Y si hice todo esto, fue fingido, para que tú me dejaras en paz. Pero ya no más. Cumple tu citación esta tarde, y todo irá bien. No vayas, y publica toda esa información, y tendrás una deuda conmigo, con el estado, y una sentencia en la cárcel. Tú me obligaste a esto, así que ahora no te hagas la mártir—la escuché sollozar del otro lado—y deja el drama y tus lágrimas de cocodrilo. Nos has mentido a todos, y tantas veces, que ya nadie te cree. Déjame en paz—corté.

Que rápido se había movido al parecer mi abogado y la oficial de policía. Ayer al llevar la información, dijo que lo tendrían todo lo más pronto posible. Y quien sabe moviendo que peones, Arthur había conseguido que las cosas fueran inmediatas y la demanda había llegado a manos de Alicia. Esperaba que eso le valiera. Y entonces las cosas volverían a la normalidad. Pensé incluso en escribirle un mensaje a mi abogado, pero era un poco temprano y hoy era su día libre. Nos veríamos a la tarde en el juzgado.

Ya sin sueño, me levanté de la cama para alistarme, comer algo y ver que tal evolucionaba mi pequeña. Aunque por cómo fueron las cosas anoche antes de venirme, estaba seguro de que tal vez esta tarde tendría el alta médica. Julieta era una guerrera. Dejé el móvil cargando un momento y tomé la toalla del armario. El día estaba despejado igual que mi humor. Por extraño que pareciera, me sentía mucho más libre, viendo que todo salía bien, y que quizás en un tiempo no muy lejano, Marian sabría toda la verdad y podría amarla sin medida, como deseaba desde hace mucho tiempo.

Y esperaba que nadie nos lo impidiera de ahora en adelante. Ella se merecía ser feliz, y yo quería ser el que se la diera.



Eran las nueve, cuando bajé del ascensor en el piso de hospitalizaciones, donde estaría Julieta. Tres personas más bajaron conmigo. Una de ellas una médica, que no dejaba de mirarme rarito, como si me conociera pero no recordara de dónde. La miré de lleno. Tambien se me hacía conocida. Fruncí el ceño.

--Disculpa. ¿Te conozco?—se llevó la mano a la barbilla

--lo mismo puedo preguntar yo. Estuve en el ascensor pensando que te he visto en alguna parte pero...—entonces pareció caer en cuenta—Siiii. Ya me acordé. Charles Jiménez—

PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora