CAPITULO 14:

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— ¿Entonces porque me ve como si fuese estúpida?—Preguntó en tono de reproche.

—Porque lo es—respondí sin pensar.

Si antes no estaba enfadada, ahora sí. Y mucho. Cuando sonreí sin querer, burlándome de ella, apreté los labios y me quedé más serio, para pedirle disculpas.

—Loca más bien. No se mantiene callada, tiene que dar su opinión en todo, parece una niña en cuerpo de mujer. Y tanta locura junta me estresa. Es justo como tener un sirirí en el hombro todo el día—se enderezó, mirándome atenta y sonriendo radiante.

Lo que daría por esa sonrisa.

Me reprendí mentalmente de nuevo, por las idioteces que estaba pensando ya.

Dobló los pies en posición de loto y apoyó su codo en la pierna y la barbilla en la mano.

— ¡Eso mismo pienso yo de...!—se mordió el labio, mirando sus manos.

Anda. Dilo. Eso mismo piensas de mi o de mi hija.

La insté a que respondiera y diera la cara, pero se zafó, mencionando a una vecina que vivía cerca de la casa.

—Con respecto a mi genio infantil. Hay que ponerle un poco de humor a la vida. ¿No le parece? Sino sería aburrido—

¿Pero tanto humor? No te excedas tanto. Eso no es divertido. Es desquiciante.

—Sí. Pero no esa clase de humor. Soy su jefe, no un amigo. Me ha convertido en el blanco de todas sus pullas. Otro en su lugar ya la habría despedido—suspiró.

Quería despedirla. O al menos mi lado racional quería. Mi lado primitivo no veía la hora de que en un descuido me metiera en su cama y le hiciera el amor desenfrenadamente.

—Pero usted no. Usted está feliz de tenerme aquí. Aunque no lo admita. Y con ser el blanco de mis bromas... Todo el mundo lo es, Charles—

Mi nombre... en su boca... Se sentía extraño, pero al mismo tiempo no. Era como si ya me hubiese acostumbrado a ello solo por escucharla pronunciarlo en sueños.

Con un bostezo, se puso de pie, quedando de lado y la chimenea iluminándola. Y lo que vi, no me gustó. Me encantó.

—En fin, iba por un vaso de agua y terminé aquí, será mejor seguir con mi búsqueda—

Agua... yo tambien necesitaba agua, y de preferencia fría. No. La necesitaba era a ella.

La recorrí de arriba abajo. La luz de la chimenea dejaba ver lo que llevaba bajo la pijama, solo sus bragas y nada cubriendo sus pechos. Iba a volverme loco. Parecía un sediento delante de un oasis. O ella un conejito indefenso pero seductor a la vez. Un jugoso conejito. Y yo un tigre hambriento. Al verla a los ojos, disimulaba una sonrisita, siendo consciente de lo que había pillado en mi mirada. La deseaba como un loco, quería perderme en ella, devorarla entera. Y ella lo sabía. Y no parecía temerlo.

—Puedo preguntarle... ¿por dónde debería bajar para llegar a la cocina?—dejé de mirarla y me imaginé un bonito color blanco, una biblia, un crucifijo, lo que fuese, que no me recordara a ella y a esas curvas que la transparente tela dejaba ver.

Cuando alcé la vista a sus ojos castaños, estaba lo suficientemente sereno, para no abalanzarme sobre ella.

—Sí. Volteé a la derecha después de caminar veinte pasos, y siga por unas escaleras, hasta que llegue al infierno—porque ella solo podía ser una enviada del fuego diabólico para tentarme y hacer conmigo a su voluntad, usando solo una sonrisa o una mirada de soslayo, coqueta.

PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora