CAPITULO 23:

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"EMPRESAS RIVERA ES DESMANTELADA POR LAS AUTORIDADES. LAVADO DE DINERO"

Cerré los ojos apretando el papel periódico y leyendo el condenado titular. He aquí el problema que no me había dejado dormir en los últimos días. De ahí provenían las cifras de dicha empresa que no cuadraban.

El maldito Maxwell tenía razón.

La pareja manipulaba dinero sucio debajo de la mesa y su empresa era la fachada. Y teniéndome a mí como agente de negocios y para organizar sus acciones legales de la empresa, esperaban no ser descubiertos.

En primera plana del diario, salían ambos, esposados, y toda la nota. Mientras leía, rogué no hallar mi nombre allí. Después me culparían a mí de cómplice, por saberlo y guardar semejante secreto.

—Su desayuno, señor—lo puso Maurice, frente a mí y vi que ojeaba la nota por encima del hombro—disculpe—prestó más atención— ¿ya fueron capturados?—se lo enseñé.

—Una decepción—hizo una mueca.

—Y usted tenía un contrato con ellos—afirmé—eso explica los periodistas delante de la reja—

— ¡¿Qué periodistas?!—me senté derecho.

No era verdad.

—Los vi esta mañana muy temprano cuando regresaba de traer las frutas y verduras frescas del mercado—dejé el diario en la mesa.

—Mierda—recordé que en breve salían Julieta y su niñera a la escuela.

—La señorita Jenks no se ha ido aun, ¿verdad?—negó—pon la fruta en el refrigerador, Maurice, vendré a desayunar después de llevarlas. Sino los periodistas no las dejarán salir—tomó el plato—Julieta a la escuela, y su niñera iba por unas cosas personales al supermercado—

—Dese prisa entonces, señor. Son las ocho—tomé el teléfono y mientras subía al segundo piso, le envié una nota de voz a mi asistente de relaciones públicas.

—Pablo, quiero que toda nota que me involucre en el delito de empresas Rivera, sea removido de internet. Y a todos los periodistas que me esperen en la empresa o en las puertas de mi casa, sean alejados, por favor. Esta vez vas a ser tú el que de la declaración. Tengo que llevar a mi hija al colegio—

Cuando iba llegando a los cuartos, escuché susurros y una risita de niña. Me asomé en silencio tal y como un lince, y vi a mi hija sentada en la cama peinando su muñeca, con las piernas fuera de la cama y su niñera arrodillada al frente, vendando la rodilla.

¿Qué le había pasado a Julieta?

— ¿Entonces cuando te empujó jugando, tú le devolviste el golpe solo que con un jalón de cabello y luego te tiró al suelo?—ambas sonreían.

—En realidad no me empujó jugando—ella no le pidió más explicaciones y le hizo un moño con la venda al final.

—Quedó. ¿Puedes caminar?—le prestó las manos para ayudarla a ponerse de pie.

—Sí. Gracias—mi hija se perdió en el baño, mientras la asistenta limpiaba su vestido y tomaba unos papeles para llevar a la basura.

Me escondí esperando a que saliera, y cuando pasó por mi lado, desenredando el crucifijo y metiéndolo entre el vestido, la detuve del codo. Trastabilló.

—Alto ahí—soltó un gritito.

—No me asuste así—se llevó la mano al pecho.

—Tengo que hablar con usted—se liberó de mi—de Julieta—

PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora