CAPITULO 69:

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Dieron las diez de la noche, cuando entré al cuarto de Marian, después de asomarme al de Julieta. Ninguna de las dos estaba allí. Había conseguido serenarme todo este tiempo, y pedirle a Roberto que mañana vigilara que Magdalena se marchara. Era el único que lo sabía hasta ahora. Y esperaba se quedara así por un tiempo. No quería que los demás protestaran. Ahora quería saber que tal estaba Julieta. Me preocupaba mucho su pánico y que tal vez Marian y yo no pudiéramos hacer nada para calmarla.

Suspiré.

¿Dónde se habían metido las dos?

Escaneé todo el lugar. La cama estaba ordenada como la del cuarto de mi hija.

Piensa Charles. ¿Qué lugares disfrutan juntas?

Entonces lo supe. El cuarto de pánico.

Avancé por el pasillo, ya cambiado y descalzo. Entré a la biblioteca, y las puertas estaban cerradas, pero el libro que normalmente se ubicaba en ese puesto, estaba en el sofá.

¡Estaban aquí!

Tomé otro libro metiéndolo en el espacio vacío, provocando que el muro chasqueara y apareciera frente a mí el cubículo, entré en él aunque con un poco de dificultad. Era un hueco muy pequeño. Al dar la vuelta, lo primero que vi, fue a Marian en la cama, daba la espalda y cubierta con las mantas, hablaba por teléfono.

Bajé y caminé hacia ella. Julieta estaba al otro lado, tambien cubierta, pero hecha un ovillo entre los brazos de su niñera y dormida. Me siguió durante todo el recorrido de acercarme a la cama por el lado de Julieta.

—Más te vale. Estás empezando a cansarme con esos celos psicópatas tuyos—susurró ella al teléfono

La miré atento.

Las cosas con Maxwell entonces sí que iban mal.

La miré mientras me sentaba en la cama. A pesar de estar cubierta, la sabana no tapaba la bata que tenía puesta. Los cabellos sueltos y el escote se le insinuaban cuando estiraba el brazo para acariciar a Julieta. La niña se pegaba a su pecho, como si temiera que la alejaran de ella durante la noche.

Vi que apretaba la mandíbula por lo que escuchaba del otro lado.

—Algo más decente de mí. ¿No te parece? No pensé que me tuvieras como tan poca cosa. Le pregunté a la médica si podía parar para hablarte, dado a que te molestas si no contesto. Pensé que podría hacerlo sin problemas cuando ella dijo que no y que solo podía tratar de hablar con sus dedos en mi boca. Pero veo que solo te provoqué—fruncí el ceño.

Al parecer había llamado a Marian en el dentista y el patán había mal interpretado todo.

Sentí la rabia hervir en mi sangre.

Me incliné a darle un beso a Julieta en sus cabellos, y tuve la visión de sus senos llenos, demasiado cerca. Se tensó.

—Disculpas aceptadas. No vuelvas a hacerlo, a menos que quieras un gran problema conmigo—la miré entre mis pestañas.

Me observaba y sin siquiera tocarla, su respiración era anhelante. Alcancé a escuchar la palabra viernes, entre todo lo que decía su supuesto novio. Se movió un poco apartándose y volviendo a su conversación, con una mueca.

¿Por qué estás con el cuándo me tienes a mí?

—No lo sé. ¿No es muy pronto?—

Escuché un grito del otro lado de la línea, y ella apartó el móvil, muy molesta. Como si dijera: ¿Y a este que le pasa?

PERFECT L1 DE LA BILOGÍA: SIN ESPERARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora