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― ¿No te pusiste la alarma del celular? –apresurada tomé un sorbo de café de Matías y no lo lancé de casualidad.

― No, se me quedó sin batería... ¡encima eso! –entredormida, besé su sien y me fui volando hacia mi pequeño restaurante.

Natalia Ventemiglia y yo nos habíamos conocido en el primer año de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Ambas amábamos cocinar y administrar los recursos así que no fue difícil pensar en un proyecto gastronómico en común.

Apuntándonos a diversos cursos y seminarios, montamos nuestro negocio: un coqueto restaurante del que nos ocupábamos hasta en el mínimo detalle. A "V&V Restó" le iba bastante bien; ubicado en el centro de San Telmo, nos garantizábamos buenas propinas en moneda extranjera.

Para cuando llegué a casa esa misma noche, fundida y soñando con el pote de helado de chocolate con almendras, encontré una nota de Matías, mi amigo eterno y mi amor imposible, en la cual pedía que no me preocupe si no lo escuchaba llegar: había salido con alguien y volvía tarde. Si es que volvía.

El puñal nuevamente se me enterró en el estómago, como las últimas dos noches anteriores.

Lo cierto es que cada vez que él tenía una cita, yo me indigestaba de solo pensar que en algún momento la indicada llegaría para sacarle ese temor desmedido al compromiso.

Él se resistía a creer en el amor incondicional; yo, rogaba que se diera cuenta que en mí tenía el fiel ejemplo de alguien que lo amaba desde hacía más de una década y que jamás, lo iba a dejar de hacer.

Él se resistía a creer en el amor incondicional; yo, rogaba que se diera cuenta que en mí tenía el fiel ejemplo de alguien que lo amaba desde hacía más de una década y que jamás, lo iba a dejar de hacer

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Loft - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora