Mani y Matías son amigos desde los 18 años y desde hace tiempo, viven juntos en un Loft reciclado que Mani heredó al fallecer su abuela.
Ellos no solo comparten el departamento sino además el gusto por la comida, mirar TV los viernes por la noche y...
Salí de la habitación de Matías con una horrible presión en el pecho porque no solo él quería tomar distancia, sino que parecía resultarle insoportable mi cercanía.
Sollozando, dejé que mis lágrimas cayeran sin tope alguno, hasta que sonó la alarma de mi celular y recordé que debía bajar a ponerle comida al gato de la vecina, quien se había ido de viaje por unos días.
Sin pensarlo agarré mi teléfono y un abrigo; yo también necesitaba tener la mente en claro.
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Desperté con la boca pastosa. Desperezándome, fue extraño no reconocer mi entorno. Limpiando mis ojos irritados, el sol de la mañana me pegaba cruelmente sobre el rostro, lo que me dificultó ponerme en sitio.
Para cuando me levanté, los muebles, el aroma e incluso el ronroneo del gato, me fueron ajenos. Mirando el sofá reconstruí las piezas de la noche anterior: en ruinas, me había ido de mi casa simplemente con mi abrigo y mí teléfono a cuestas...aparato que estaba muerto, sin batería.
¿Qué hora era? Busqué algún reloj colgado en la pared, sin éxito.
De seguro más de las 7 de la mañana a juzgar por la claridad que los ventanales dejaban filtrar.
Fui al baño, me refresqué un poco, saludé a "Misho" y fui hasta mi departamento donde confirmé que eran las 12:30 del mediodía.
¡Mierda! Tenía muchas cosas por hacer, entre ellas, poner a cargar mi celular y encontrar los mensajes de quienes se habían preocupado por mí genuinamente.
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