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Él amaba mis tucos. Y en ese instante, yo me estaba luciendo con uno. Ideal para mojar el pan, me entusiasmaba esperarlo con la comida para hablar del día o poner alguna película berreta de la que nos reíamos sin parar.

Sin embargo, mis planes se fueron al tacho cuando mostró su entusiasmo por una nueva candidata; impecable, de camisa blanca inmaculada, se sentó del otro lado de la barra de comida y me mostró el teléfono con su foto de contacto.

La chica era una muñeca: rubia, en una pose elástica que yo no lograría ni naciendo en otro cuerpo, y de sonrisa agradable.

― ¿Es tu tipo? –cayó en la recurrente pregunta. Sin que me vea, puse los ojos en blanco y estudié una respuesta que me salvara el pellejo y no lo dejara como un idiota.

― No tengo un tipo en particular, Matías. Ya te lo dije mil veces. ¿O acaso me lo preguntás para hacer un trío? –sonreí, pensando en que lo quería sólo para mí.

Matías continuó como tonto mirando la pantalla de su teléfono y yo, revolviendo un tuco que no tendría el destino para el que fue preparado, ya que yo dudaba que comiera la porción que le dejaría guardada en la heladera.

Le pregunté si acaso estaba tardando más de la cuenta porque tenía miedo de encontrarse , finalmente, con la persona correcta, esa que le hiciera ver que todo valía la pena, esa que lo hiciera reír a carcajadas aun a desgano.

Loft - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora