Mani y Matías son amigos desde los 18 años y desde hace tiempo, viven juntos en un Loft reciclado que Mani heredó al fallecer su abuela.
Ellos no solo comparten el departamento sino además el gusto por la comida, mirar TV los viernes por la noche y...
En la semana fuimos con Vanesa a los departamentos pactados. Al igual que Mani, revisaba puertas, cajones y señalaba manchas de humedad con discreción.
A diferencia de ella, no tenía en cuenta lo qué era mejor para mí sino que el edificio no tenía amenities, que el vestidor no era muy grande o que el baño no tenía bañera sino cuadro de ducha.
Yo simplemente asentía tomando mentalmente sus opiniones y sugerencias.
― La cocina no es prioritaria. Es para hacer un té nomás, así que me da lo mismo —largó una carcajada en voz alta, frente a la persona que nos mostró el último departamento —. Hoy en día, el delivery lo es todo —agitó su celular.
Un dejo de nostalgia embargó mi semblante. Quedando sin habla rememoré los aromas que me habían recibido estos últimos años en el loft de Mani. Contando con los dedos de la mano las veces que yo le había cocinado o que habíamos pedido comida a domicilio, reflexioné sobre lo mucho que echaría de menos esa cocina, donde Mani hacía maravillas...y yo la había saboreado por primera vez.
Caminamos de la mano un par de cuadras hasta la avenida Santa Fe para tomar un taxi hasta su casa. Me excusé por mi poco diálogo.
― Estás...raro —dijo, sin sospechar lo que me pasaba realmente.
― No puedo mentirte...no ahora...
― Qué...¿qué pasa? —Vanesa empalideció.
― No sé si estoy preparado para convivir con alguien...
Fue entonces que recordó el plan B.
― Pero, quedamos en que al principio serían un par de días. No me voy a instalar de una...y...pero...
― Ni así. Tampoco puedo.
― No....no entiendo...semanas atrás me pediste que...
― Ya sé lo que te pedí. Pero hasta entonces no supe qué era lo que verdaderamente quería —fui tajante, demasiado para lo que ella merecía.
― ¿Y qué es lo que querés? —su mirada fue temblorosa. Ella no era tonta y sabía que era probable que le diera una respuesta incómoda...y sospechada.
― Quiero a Mani.
Vanesa inspiró profundo, dándose aire con las manos.
Deteniéndose súbitamente en medio de la vereda, se preparó para citar los improperios que tan bien me calzaban. Insultos, llanto, una actitud desencajada de su parte fueron los disparos.
Me había ganado cada una de sus puteadas y de sus gritos histéricos.
La había engañado, vil y horriblemente.
¿Pero acaso también no me había engañado a mí mismo planeando convivir con alguien que no me completaba, con alguien que no disfrutaría de cocinarme, de esperarme en el living con el toallón listo cuando llovía?
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