34

765 158 29
                                    

Obviamente, no era virgen.

Aunque hubiera esperado toda mi vida a este momento, mis ganas por experimentar el cuerpo masculino, era mayor que cualquier promesa adolescente propia de una novata.

Debutando sexualmente a los 17 años, una noche con el hermano de una compañera de colegio había bastado para asegurarme por un buen tiempo que nada me importaba menos que tener relaciones.

Poco amable, bruto y egoísta, Luis fue un compendio de imperfecciones y destratos.

Sin embargo, al conocer a Matías esa fría noche Barilochense, mi libido comenzó a subir y mi cuerpo, de a poco, a reaccionar ante los estímulos masculinos.

En aquel momento, su mano acunaba mi cola; yo estaba sentada a horcajadas sobre él, saboreando su boca con gusto a Gancia y tragos frutales. Él estaba duro bajo su pantalón de jean. Podía sentirlo.

Pero no era nuestro día; un grupo de chicos en igual o peor situación de ebriedad que nosotros comenzó a molestar nuestro rapto de calentura. Avergonzada salí de mi posición para sentarme rápidamente al lado de mi amigo.

― ¡Salgan de acá, boludos! —gritó Matías, más lúcido. Los pibes se quedaron un segundo más, protestando, hasta que se fueron.

Cubriendo mi rostro con ambas manos, quería morirme.

― Ya se fueron...no pasa nada...—poniendo mi rostro sobre su pecho, me cubrió el cuerpo con su campera —. No estábamos haciendo nada malo.

― Porque esos chicos llegaron justo...

― Nah...no iba a pasar a mayores. Estoy en pedo, pero no soy un exhibicionista —dio una carcajada fuerte y contagiosa —. Ahora vamos a tu hotel, seguramente te estarán buscando para hacer alguna excursión.

-------

Yo asentí con el sabor de lo prohibido en los labios y la promesa de continuar a su lado de un modo u otro eternamente.

Fuera de sí, sus manos pellizcaban mis pechos y con su lengua parecía querer escribir el final de aquel capítulo iniciado tantísimos años atrás, cuando nos dejamos manejar por la misma inconsciencia que ahora nos hacía estar cogiendo sin protección alguna.

Sin embargo, yo le pedía más. Acabábamos de cruzar esa frontera llamada amistad.

Acabábamos de quebrantar nuestros propios límites.

Loft - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora