Mani y Matías son amigos desde los 18 años y desde hace tiempo, viven juntos en un Loft reciclado que Mani heredó al fallecer su abuela.
Ellos no solo comparten el departamento sino además el gusto por la comida, mirar TV los viernes por la noche y...
― Es linda chica –Mani señaló la pantalla de mi celular con la cuchara de madera, a la distancia. Estaba preparando uno de esos tucos magistrales que odiaba perderme pero que yo bien sabía, me esperaría en un tupper con una porción de ravioles de ricota y jamón.
― ¿Es tu tipo? –le pregunté del otro lado de la barra, rogando que no me salpicara la camisa blanca recién puesta.
― No tengo un tipo en particular, Matías. Ya te lo dije mil veces. ¿O acaso me lo preguntás para hacer un trío? –risueña, me contagió su entusiasmo. No estaría para nada mal, pensé hacia adentro.
Mani era más atractiva de lo que mostraba. Escondiéndose bajo ropa holgada o no tan llamativa, impedía que el mundo viera que tenía una delantera grandiosa y un culo redondeado más que interesante. No era 90–60–90 pero su actitud lo era todo. Aunque no se diera cuenta que era un diamante en bruto.
Y así como Leila lo intentaba conmigo, muchas veces yo había querido enganchar a mi amiga con alguna mina pero ella se rehusaba e incluso, a veces, se enojaba.
Era un cartucho de pólvora que podía explotar en cualquier momento. Siendo quizás, su peor cualidad.
― Vas a llegar tarde...¿o acaso tenés miedo? –preguntó ella al verme con los antebrazos apoyados tranquilamente sobre la barra.
― ¿Miedo? ¿De qué? –fruncí el ceño, sin comprender la pregunta.
― Miedo a que finalmente sea la que te atrape –me guiñó el ojo y se pavoneó relamiendo una posible victoria.
Muchas veces Mani me había preguntado el por qué de mi repudio a las relaciones estables y a largo plazo, al compromiso, a la presentación entre familias...y lejos de la respuesta tonta que le daba a mi madre, con ella sí me había sincerado: el temor al rechazo era mi mayor obstáculo.
Sí.
Yo, el que siempre que podía le escribía al amor, a sus formas y padecimientos, escondía tras una tonta fachada de negación que no deseaba salir herido bajo ningún concepto.
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