50

749 158 25
                                    

Preparando mi ropa para ir al restaurante, solo restaba darme una ducha y salir a trabajar.

Por fortuna habíamos conseguido obtener buena cantidad de reservas gracias a nuestro menú "santo". Pescado grillado con papas al romero, era una opción más que apetecible.

Dispuesta a focalizarme solo en el trabajo, pensé en reformular la carta del restaurante e incluso, "retocar" las instalaciones. Mirando distintos portales y revistas de decoración, me apunté varias cosas a tener en cuenta al momento de consensuarlo con mi socia.

Las finanzas no rebozaban pero nos podíamos dar el lujo de hacerle una pequeña reforma al local.

Asentándose la tarde en la ciudad, aún no había rastros de mi amigo y eso, me daba la ventaja; escapando antes de que llegase, ganaba tiempo en tomar una decisión. Debajo de la regadera de la ducha, los problemas parecían ahogarse. Así tanto como mis lágrimas.

La espuma perfumada me daba calma, serenidad. Cerrando los ojos, soñé como tantas veces con las manos de mi amigo en mi cuerpo, dándome su calor, tocándome en sectores recónditos y calientes de mi piel.

Nos imaginé envejeciendo juntos, yendo a algún teatro de la avenida Corrientes y compartiendo el mismo pote de helado con chocolate con almendras.

De repente, un golpe me alertó. Abriendo los ojos, cerré ligeramente el grifo de agua para que el sonido exterior fuera mas nítido y pudiera actuar en consecuencia.

― ¿Sos vos, Matías? —hice una pregunta instintiva, aunque poco inteligente.

― Seeee —efectivamente, era él.

Suspiré y nuevamente abrí la canilla a tope para cuando la cortina de la ducha se corrió repentinamente. Matías estaba allí parado, expectante, completamente desnudo, con los ojos inyectados de encono y malestar. Su quijada, tensa, me advertía sobre una posible represalia.

― ¿Qué... Qué haces acá? —bajo el agua, me tapé como pude.

― Terminando lo de ayer —y apoyándome contra los azulejos, desató su tempestad.

Loft - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora