El kiosco de la esquina del departamento estaba abierto; quizás, siendo uno de los pocos locales junto a nuestro restaurante que lo estaba puesto que en Semana Santa, la gente deambulaba poco y nada por las calles.
Abrumada por los acontecimientos, miré con nostalgia la estantería repleta de huevitos Kinder, golosina que solíamos regalarnos con Matías para pascuas.
— Llevo este —eligiendo uno para él, supuse que este año la tradición se quebraría por primera vez en tantos años.
---------------------
Para cuando llegué a casa, él tampoco estaba; Vanesa había pasado la semana en Córdoba y Matías se las rebuscaba para no cruzarse conmigo.
Sin embargo, el reencuentro fue inevitable; el domingo, tras ir a buscarla a aeropuerto y dejarla en su casa, mi amigo regresó.
Como era de esperar, no hubo reciprocidad de regalos.
― Ya sé que no compraste nada. Lo único que me importa es firmar la pipa de la paz —con una sonrisa, vi su rostro iluminarse al abrir el huevito Kinder y encontrar el juguete que, de seguro, iría a parar a una caja de mudanza junto a los otros.
― Esta semana defino lo del departamento. Me va a acompañar Vanesa —aclaró.
― Está bien, ella es la indicada —sentencié con un nudo en la garganta.
Horas más tarde cenamos rodeados de un pesado silencio. Matías daba vueltas el cuchillo en torno a la milanesa a la napolitana que había preparado yo misma. Nunca, en los diez años que habíamos compartido bajo este mismo techo, había dejado siquiera un trozo sin comer.
Todo daba un giro inesperado.
― No me siento bien —dijo y pareció leer mi mente.
― Lo sospeché desde un principio, a juzgar por el pedazo de milanesa a la que estás velando —intenté no perder el humor.
― Tengo muchas cosas en la cabeza.
― Me imagino...
― ¿Te levanto el plato? —ofreció pero me negué. Lo haría yo misma —. ¿Me disculpás si hoy no te ayudo a secar? Prometo que mañana lavo y seco —se acercó como siempre a darme un beso en la sien, pero a poco de mi cabeza, se detuvo y continuó viaje hacia su cuarto.
-----
Tomando mis rodillas con las manos, me senté a pensar en el banco de la terraza, a enfriar mi cabeza, mi cuerpo y con suerte, congelar a mi corazón para que ya no sufriera por amor.
Rescatando un cigarrillo de su caja, lo miré y me pregunté hacía cuánto tiempo no fumaba.
Sin poder recordarlo, simplemente lo encendí y pité a fondo.
Necesitaba un abrazo. Un beso.
Necesitaba a mi mamá conmigo para aconsejarme como lo hizo hasta que la tragedia se la llevó junto a mi padre.

ESTÁS LEYENDO
Loft - (Completa)
عاطفيةMani y Matías son amigos desde los 18 años y desde hace tiempo, viven juntos en un Loft reciclado que Mani heredó al fallecer su abuela. Ellos no solo comparten el departamento sino además el gusto por la comida, mirar TV los viernes por la noche y...