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Perdiendo noción del espacio, me desvanecí sobre sus brazos.

Presa de una rabia inconcebible, sobreviviendo a un corazón roto otra vez más, reproduje la escena del vómito de Linda Blair, en "El Exorcista".

Sintiéndome como un trapo mojado, lo poco que tomaba tenía como destino ser expulsado de mis tripas. Sin embargo, tenía al mejor enfermero del mundo y sus alrededores: mi amigo Matías.

Lejos de lo que presuponía, él no me reprochaba mi conducta infantiloide ni me dejaba a la deriva. Me atendía hasta en el último detalle.

Preparándome algunos caldos de verduras, conocí a un Matías solidario y por qué no, con futuro de cocinero experto en socorrer amigas con terribles borracheras.

― Gracias. No merezco que te portes así.

― Dejá de hablar boludeces. ¿Cuántas veces me soportaste con mis gripes post partidos de fútbol? –me dijo con certeza. Él solía juntarse a jugar en pleno mediodía y poner el aire acondicionado en el auto de alguno de sus amigos en mitad del pecho para paliar el sofocón.

Atento, me dio un beso en la cabeza y se marchó con la sopa a descansar. Yo, me acurruqué con las frazadas porque comencé con chuchos de frío.

― Mati....Mati...–mi voz apenas salía de mi boca. Contra mi voluntad debería ponerme de pie y pensar seriamente en la posibilidad de llamar a un doctor.

Me dolía todo el cuerpo, aunque más me dolían el alma y el corazón. La situación se tornaba insostenible.

Arrastrando mis pies, aparecí en el living. Matías se levantó como resorte y me tomó la temperatura. Volaba de fiebre y la presencia de un médico, en caso de no bajarme, era un hecho que no pasaría de esta noche.

― Me intoxiqué...ya se me va a pasar...–puse de pretexto.

Él me acarició los pómulos hirviendo y yo cerré los ojos, dije unas palabras inteligibles y me dejé vencer por el sopor del cansancio.

Loft - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora