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A los nueve años, cuando carta de amor en mano quise proponerle a Mariana Secci, de séptimo grado que fuera mi novia, había decretado que nunca nadie me iba a lastimar.

Ella, rubia como el sol, de ojos celestes como el mar caribeño y sonrisa perfecta gracias a su tratamiento de ortodoncia, era mi amor imposible para ese entonces.

Yo la veía pasar en los recreos compartidos y mis suspiros salían como arco iris. Más pequeño que la media de mis compañeros, esmirriado y sin ninguna característica más que la de salir abanderado, todo amenazaba mis ansias por llamarle su atención.

Treinta centímetros más alta que yo, cumplía años el 22 de abril...y yo también. 

¿Unión cósmica? ¿Destino? ¿Coincidencia?

Esperanzado con un absurdo sí de su boca, me había figurado mil veces con llevarla a la heladería de la esquina del colegio y ser yo mismo quien pagara su elección.

¿De eso se trataba el amor, no? Gustar de una chica, regalarle algo que quisiera y por qué no, darle un piquito en los labios.

¿Cómo se sentiría besarla?

Obviamente, no lo averiguaría con ella, porque a los quince minutos que aparecí en la puerta de su casa, la cual quedaba a la vuelta del colegio, con un sobre aromatizado con la colonia "Pibes", me sacó, literalmente, cagando.

Limpiando mi garganta, toqué el timbre. Ella corrió la cortina de la ventana y al minuto salió. Caminó sobre las baldosas del parque, se acercó a la reja y agarró el sobre.

― ¿Y esto?

― U...una carta...–balbuceé. No me hice pis de casualidad.

― ¿Una carta? –la desplegó con desdén al sacarla del sobre.

― Sí.

― ¿Y qué dice?

― Hay un poema que escribí yo mismo, para vos...y una declaración de amor –ella se largó a reír groseramente. Desde la puerta de su casa, la mirada de sus tres amigas, no dejaron de escrutar la escena.

Pimpollo amarillo como el oro y de sonrisa angelical, robaste mi corazón una mañana para nunca dejarlo escapar –recitó en voz alta, con tono burlón y rolando los ojos –mi sueño es tomarte de la mano y también ir juntos por la calle, estoy enamorado de vos, te pido que no me rechaces...

"Te pido que no me rechaces", repitió tres veces, miró a sus cómplices y el corazón se me terminó de quebrar cuando con una enorme sonrisa, rompió mi carta en mil pedazos, y remató:

― ¿En serio te pensás que voy a salir con un pibito como vos? ¡Flacuchito, que escribe cosas re cursis y que encima es un nerd! –echando al aire las trizas de mi carta, se fue con un gesto triunfal y condescendiente hacia el grupo de pequeñas harpías me señalaban con insolencia.

Loft - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora