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Matías se estaba enganchando. Podía presentirlo por el modo en que hablaba de ella y por sus frecuentes citas. Yo solo le había conocido dos parejas, un tanto estables, pero no demasiado formales.

― Hey...¿qué te pasa? ¿El flaco ya anda con otra mina? –Naty, mi socia y amiga, era la única que sabía cuán enamorada estaba de mi "inquilino" y lo que representaba para mí. Ella me odiaba por no decirle la verdad de una y su frase de cabecera era "jodete por callar", cuando me lamentaba ante una nueva conquista de mi compañero de techo.

― No anda con otra mina. Anda con una mina –recalqué con énfasis.

― O sea que...

― O sea que parece que la cosa va en serio. Lo vi entusiasmado –secando mis manos en un repasador, mostré congoja. Naty se mantuvo seria y optó por callar, lo que agradecí, ya que yo no estaba de ánimos para sermones.

― ¿Vos sabés que si todo fluye, Matías se va?

― Sí, y eso es lo que me duele.

― Tenés que echarle en la cara todo lo que sentís por él y ya.

― Me va a odiar.

― O quizás no, no lo sabés.

― Eso es imposible. Él me va odiar por haberle ocultado la verdad todos estos años. No fue por una semana, ni por un mes. ¡Hace mil años que vivimos bajo el mismo techo!

― ¡Y jamás te tocó! Waw...te respetó...mucho –su tono fue entre burlón y asombrado.

― Yo rompí los códigos.

― Vos te enamoraste. Eso no tiene nada que ver con códigos, Mani –mi amiga me besó la frente, en gesto maternal –. Lo único que te sugiero es que, ahora más que nunca, le blanquees lo que te pasa. Lo peor que puede pasar es que se vaya de tu lado, tal como va a hacer cuando se enganche de verdad con alguien.

― Pero no quiero que se vaya y no me hable nunca más –confesé en un sollozo.

― Si es tu amigo y te quiere como tal, va a entender por qué lo hiciste. Aunque le cueste.

Pensativa. Así estuve toda a tarde.
Natalia estaba en lo cierto, pero el miedo me paralizaba. No tenía nada que perder; de un modo u otro mi amigo se iría de mi lado. ¿O acaso pretendía tenerlo en cautiverio eternamente y sostener una deslealtad por simple temor?

Apenas llegué a casa dejé mi bolso en el sofá y la invitación a la fiesta de Zoe, una de mis compañeras del curso de pastelería. Un panfleto con divertidos colores anunciaban con bombos y platillos su cumpleaños número 25 y para el cual, había que disfrazarse.

Sin ganas de cocinar, revolví la alacena en busca de una sopa Maruchan. Eran horribles, pero los días de depresión amorosa la comía recordando que existía algo aún más feo que las desilusiones de amor.

 Eran horribles, pero los días de depresión amorosa la comía recordando que existía algo aún más feo que las desilusiones de amor

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Loft - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora