Brutalmente la giré e incliné su torso sobre la fría superficie de granito, donde colocó sus brazos en cruz, esperando mi "emoción violenta". Ella deseaba esto tanto como yo y por eso, lo había provocado.
Cacheteé una de sus nalgas suculentas y el chasquido de mi mano sobre su piel, me subió mil grados. Alterado, con innecesaria prisa, corrí su short de lado, esquivé su bombacha e introduje dos de mis dedos en su caliente hendidura femenina.
Lista para recibirme, gemía indecorosamente.
Sin cruzar expresiones de deseo ni pidiendo nada a cambio, yo empujaba más y más en su interior con una mano mientras que con la otra me sostenía en la mesada. Mani gozaba, mordiendo su labio.
Para cuando la dejé al borde del abismo, pasé mis palmas por debajo de su remera holgada y así, poder acunar sus pulposos pechos. Ella corcoveó la espalda, apoyándola contra mi pecho. Enredó sus dedos en mi nuca, acariciando mi cabello, desordenándolo.
Chupé su cuello, mordisqueé el lóbulo de su oreja y presioné mi dureza masculina en la línea media de su trasero.
Pellizcando sus pezones, chirrié mis dientes. Cerrando los ojos, deseaba rememorar cada línea curva de su cuerpo. Tomé su larga cabellera en una cola, la coloqué alrededor de mi mano y la usé cómo rienda. Los nudillos blancos de Mani se aferraban a la mesada oscura y sus gemidos encendieron mi señal de alerta.
Mi mano libre acompaño la curva de su cintura, allí donde morían las letras de su tatuaje, la cual invitaba a la perdición. "Sin excusas", pregonaba, con un significado muy amplio a cuestas.
Perdiéndome en sus chillidos finos, en la fricción de mi cuerpo contra el suyo, recliné mi torso sobre ella y continúe con mi ardua tarea: que llegara a la cima.
Sin embargo, a pesar de saber que ella disfrutaba de esta intromisión, se comportaba como autómata.
Besé su cuello y un quejido encendido salió finalmente de su boca, confirmándome entonces que no era un robot y que esto no era solo un estúpido capricho que acababa de quebrar a nuestra amistad en dos fases.
― Más...más...—repitió, involucrándose.
Y yo, no pude más que obedecer y ser un buen amigo.
― Mani...tengo que salir ya mismo —advertí a los pocos minutos que estábamos sin protección y era una locura descomunal continuar esta historia hasta el final.
Calculando el momento de la explosión, me retiré de ella y tragué fuerte con el atraco inconcluso para ambos. Con la cabeza latiéndome con fuerza me subí la cremallera con dificultad y limpié mi sudor con la manga de la camisa.
Inquieto, mi corazón estaba a punto de salir de mi pecho.
Tomando asiento en la banqueta fui testigo de cada paso de Mani: subiéndose el short, hasta entonces a la altura de sus rodillas, batió su cabello e irguió su espalda. Tosió, bebió un poco de agua y se acercó a mí, quien escaso de oxígeno, nada pude acotar.
Ella, como una viuda negra, habló mirando a mi boca:
― Se ve que Vanesa te dejo calentito —sus ojos azules fueron oscuros como la noche —. Espero que descanses bien, buenas noches.
Sin más que decir, dando una última estocada me dejó duro, en todo sentido de la palabra y con más dudas que certezas.

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Loft - (Completa)
RomanceMani y Matías son amigos desde los 18 años y desde hace tiempo, viven juntos en un Loft reciclado que Mani heredó al fallecer su abuela. Ellos no solo comparten el departamento sino además el gusto por la comida, mirar TV los viernes por la noche y...