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Como en un cuento infantil con cada paso dado una prenda nuestra marcaba el camino hasta su habitación.

Agitados, sobrios y sin excusas, nos enredamos bajo las sábanas.

Rebuscando en uno de sus cajones, me revoleó una tira de profilácticos. Aún no era momento de utilizarlos pero estábamos preparados: yo aún quería deleitarme con sus curvas profundas, con sus caderas pronunciadas y sus senos suntuosos.

Trazando una nueva historia en su piel, recorrí su cuello, su pecho, su ombligo, su calor con la punta de mi nariz, perpetuando su aroma de mujer excitada en ella. Mientras tanto, Mani jugaba con mi cabello, más largo de lo habitual, empujando mi cabeza hacia ese trozo de paraíso en su zona baja con gusto a pasión y desenfreno.

Mani se había guardado muchas cosas durante todo este tiempo, pero ni aun sintiéndome engañado lograba desconectarme de su sabor, de la tersura de su entrepierna ardida y de sus ojos azules.

De repente, el desaforo se vio opacado por la razón.

Ella comenzó a llorar a mares y yo, junté los trocitos de su corazón roto de a uno.

― Hey...Mani...¿qué pasa? —besé su boca de a sorbitos.

― No soy gay......—corrí su brazo y le exigí tiernamente que tomara asiento sobre el colchón y se calmara.

― ¿Qué?¿Qué?¿Por qué lo hiciste? —¿qué mierda me estaba diciendo?

― Porque vos siempre dijiste que no existía la amistad entre el hombre y la mujer.

Ella se había encargado de ser la amiga perfecta para estar a mi lado de algún modo, intuyendo que era la única forma de no perderme.

― ¿Por qué nunca me lo dijiste? Me engañaste.

― Lo sé y no tengo perdón —se tomó de las piernas, acurrucándose contra la almohada, en posición fetal.

― No seas tan dura con vos misma —acaricié su cabello oscuro y le besé el nacimiento irregular de su cabello —. No voy a negar que me siento un poco defraudado...pero...

Pero...¿y si lo que sentía por Mani era algo más que un cariño fraternal y ganas de pasarla bien, con lo que eso implicaba?

Las fichas de a poco cayeron. Con el torso desnudo, solo vestido con mi bóxer, me aparté de ella.

― Tenés que irte —me expulsó. Sus ojos eran dos lagos profundos, llenos de dolor.

― Creo...creo que necesito pensar...—di lugar a su pedido y salí de su cuarto para recoger mi ropa y la suya, a merced de otra oportunidad.

Loft - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora