¿Viaje en el tiempo? ¡De Verdad!

Ven al lado oscuro nos divertimos.

La oclumancia era una habilidad que Rose Potter empleaba diariamente por el bien de su estabilidad mental continua. El viaje en el tiempo y el aterrizaje en un cuerpo dos décadas más joven que su edad mental fue discordante, por decir lo menos, sin la presión adicional de ajustarse al período de tiempo en sí. La Rose Potter del futuro era una mujer de treinta años que pasaba demasiadas horas investigando temas que otros ni siquiera considerarían para una conversación educada y mucho menos para un trabajo real, y no había manera de que ella pudiera hablar sobre su trabajo que Se basó en la investigación que aún no había tenido lugar.

Antes de ir a toda velocidad, se había acomodado en su cuerpo completamente adulto y había disfrutado de la estabilidad que tenía cuando era adulta, antes de que esa conciencia adulta se hubiera convertido repentinamente en un cuerpo abusado de diez años. Un cuerpo que estaba sujeto a respuestas condicionadas basadas en el miedo y la magia bloqueada, y los inicios delas hormonas que solo empeoraban todo. Mentalmente, Rose era una adulta que podía controlar sus respuestas y enmascarar sus emociones sin usar la Oclumancia como una muleta. Físicamente, su cuerpo respondió a estímulos externos como lo haría un niño. Las emociones intensificadas fueron definitivamente un obstáculo en su vida diaria.

Pero paseando día tras día por el castillo de Hogwarts, Rose agradecía profusamente a cada deidad que sabía que conservaba su capacidad de bloquear sus emociones con la Oclumancia. Al encontrarse cara a cara con personas inocentes que no sabían que la guerra estaba tratando sus emociones. Pero peor que eso era ver a la gente que había pasado años llorando en sus tumbas.

Cada. Soltero. Día. Ella veía a estas personas todos los días. Podía recordar sus viajes semanales a las tumbas, poner flores, emborracharse para sobrellevar la culpa que le quedaba. Rose nunca había manejado bien estas cosas, y sus recuerdos saltaban hacia ella cada vez que veía una cara que ella equivalía a una lápida. Había estado cerca de perderlo antes de encontrarse con las dos personas que, al mismo tiempo, lo empeoraron y lo mejoraron.

Fred y George Weasley. Gred y Forja. Dos partes del mismo conjunto. Sonriendo . Fue mejor porque se veían tan felices y finalmente pudo ver algo físicamente bueno de su viaje en el tiempo. Pero fue horrible , porque esto era una prueba definitiva de que George nunca había sonreído realmente después de que su otra mitad murió. Sus recuerdos de su rostro adulto no podían compararse con la simple alegría en su rostro ahora, incluso después de que nacieron sus hijos.

Su Oclumancia nunca fue empleada cuando se encontró con los demonios gemelos con el pelo rojo. Ella los amaba tanto; habían sido algunas de las únicas personas que siempre la habían tratado normalmente, solo una jovencita al azar en lugar de The-Girl-Who-Lived. Sus recuerdos estaban llenos de momentos en los que habían salido de su camino para animarla, enseñarle a jugar bromas o contestarle preguntas interminables sobre la magia.

Ella los había estado observando a distancia desde el comienzo del trimestre, riéndose de sus bromas y esquivando las diversas áreas en las que solían estar atrapadas (no tenía ningún deseo de ser objeto de su "curiosidad") y tenía que admitir que sus payasadas estaban ayudando su estrés mental un poco. Ella podía sentarse como una estudiante normal y simplemente reírse de su caos en lugar de destrozarse el cerebro tratando de descubrir posibles planes de contingencia que Voldemort podría emplear.

(Rose subrepticiamente había estado vigilando a Quirrellmort, pero el profesor inútil estaba actuando el mismo tartamudeo que de costumbre, aunque en octubre seguía pareciendo que era un poco más patético en clase. Rose entendió que esto era su inútil plan de troll estaba encamino de completarse.)

Estaba sentada en un aula abandonada que se había apoderado desde el inicio del trimestre, tratando de descifrar las páginas de arañazos de gallina que James Potter había pensado que pasaba como escritura a mano (e ignorando resueltamente esa vocecita en la parte posterior de su cabeza que le recordaba su propia terrible escritura de la infancia). Tenía las notas en el Mapa del Merodeador frente a ella y su geek interior estaba babeando por el brillo absoluto de los adolescentes que habían estado jugando cuando lo hicieron.