Caleb Bandith.
– ¿Caleb? –la voz de mamá logra que se espante y esfume el sueño que estaba a punto de recibir nuevamente con los brazos abiertos. – ¿No desayunaras? –abre la puerta de mi habitación sin siquiera tocar.
–Mamá, son las ocho treinta, es sábado, ¡Por Dios!
–Ningún, ningún, ven a desayunar y luego duerme todo lo que querías, quiero irme al trabajo tranquila sabiendo que tú y Margot han desayunado –vuelvo a quejarme, arrebata la sabana con fuerza. –Ve a despertarla.
–Hazlo tú –me quejo, me da un coscorrón en la cabeza. –Ok, voy, voy.
Salgo de la cama, froto las palmas de mis manos en mi rostro y un bostezo sale con su máxima pereza. Sacudo mi cabeza para espabilar un poco y saliendo de la habitación tomo camino a la de Margot.
Al abrirla la encuentro dormida, a veces da miedo verla hacerlo, yo no sé cómo es que es tan bonita la condenada y parece que le practicaron un exorcismo la noche de ayer. Me acerco en silencio, me acuclillo a un lado de la cama y la observo, la verdad es que a veces me paso de sobreprotector y mal hermano, pero lo cierto es que la amo, es mi nenita y es por quien daría todo de mí.
Desde que papá nos dejó comencé a velar por su cuidado, aunque no le demuestro el amor de hermanos que debo demostrar, quien se meta con ella tendría todos sus huesos rotos, y quien rompa su corazón sabrá lo que es ir y venir del infierno unas cinco veces.
Se estremece bajo las sabanas, una sonrisa se forma en mis labios, recuerdo cuando de pequeño la veía dormir, me entusiasmaba ser el primero en ver esos ojos ambarinos que tiene. Enormes y preciosos, radiantes, tal cual los de mamá, aunque ambas suelen darme dolores de cabeza, lo cierto es que son todo para mí.
Acerco mi dedo índice a su mejilla regordeta y comienzo a moverlo de un lado a otro, se queja mientras intenta alejar mi dedo, pero rio al jugar con su mejilla mientras intento despertarla.
–Déjame, déjame –balbucea, continúo. –Vete al carajo, Caleb –paso mi mano hasta su cabello y lo alboroto. – ¡Ah! Está bien, voy voy –se incorpora sentándose en el colchón, mantiene sus ojos cerrados y ni siquiera se mueve.
–Margot, despierta, mamá esta apurada, debe ir a trabajar y nosotros le hacemos esperar mucho –alza su mano con el dedo índice señalando hacia arriba y luego me señala.
–Ya, voy –intenta abrir sus ojos, dándole un manotazo en la frente cae sobre el colchón. –Idiota.
Con prisa camino al baño y al terminar de orinar, paso al lavado y cepillo mis dientes, Margot aparece, arrastrando sus extrañas pantuflas de cerdo rosa y se coloca a mi lado. Aun va con sus ojos cerrados, da con su cepillo de diente aplica crema sin el mínimo desastre y comienza a cepillar sus dientes.
Eso logra que reprima una sonrisa y la mire por el espejo, yo termino y la dejo sola para irme directo a la cocina. El olor a huevos revueltos, mantequilla y ajo, hace que de inmediato mi estómago ruja e implore ese tan delicioso desayuno.
Observo a mamá caminando de un lado a otro, al escuchar mis pasos voltea y dándome una sonrisa coloca un plato sobre la encimera y comienza a servir en este. Margot aparece, saluda a mamá y tomando asiento apoya sus antebrazos sobre la encimera y recuesta su frente en estos.
Mamá le mira con cansancio, yo no tardó en darme un bocado de pan tostado con mantequilla. La pelinegra a mi lado, siente que mamá coloca su plato y reacciona con prisa, le agradece con una sonrisa y se dispone a comer, nuestra madre se nos une después de servirnos café, y tomamos el desayuno los tres.
ESTÁS LEYENDO
Conexiones.☆
Genç KurguLibro 1 - El hilo rojo. ¿Desde cuando podemos sentir una conexión con alguien ajeno a nuestra vida? ¿Quizás al tocar su mano? ¿Al sentir su cercanía? O simplemente ¿Al escuchar su voz? En esta ciudad llamada Hood River, un grupo de estudiantes come...