Epílogo

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Si antes había estado feliz, ahora no podía describir la sensación que se estaba dando lugar en mi pecho. Me reusaba a creer que eso fuera real, pero sabía que sí lo era. El frío de la noche por primera vez me calaba los huesos. La oscuridad me absorbía de esa manera en la que hacía últimamente, pero esta vez estaba consciente. Debajo de mí, la nieve parecía querer hundirme y le rogué mentalmente que lo hiciera. Que me tragara y me regresará al pasado en el que mi única preocupación era Megan. Las lágrimas amenazaban con salir y sabía que esta vez no podría detenerlas. Mi garganta ardía. Quería gritar, desquitarme con todos, pero sabía que estaba mal, que era por el bien de los dos.

- Mírame, Christian. –Escuché su dulce voz y sentí su cálida mano en mi mejilla- Abre los ojos, por favor.

No quería hacerlo, si lo hacía temía que ya no estuviera ahí, que desapareciera, que simplemente ya no volviera a mi lado.

- Por favor. –su tono fue suave-

Abrir los ojos fue mucho más difícil de lo que imaginé, sin embargo, al hacerlo no me arrepentí. Me encontré con sus hermosos ojos mirándome a mí y solo a mí. Su cara frente a la mía. Nuestras respiraciones entrecortadas.

- Te amo, lo sabes ¿Verdad?

No me atreví a responder.

- No me dejes así. Respóndeme por favor.

Asentí

- Lo sé. –mi voz pendía de un hilo- Yo también te amo.

Sus ojos se cerraron por un momento y los volvió a abrir. No contuve más las lágrimas y estas se derramaron por mis mejillas, volví a cerrar los ojos, incapaz de mirarla. Jamás había sentido tanto dolor en mi vida. Quería aferrarme a ella y no dejarla ir.

- Quiero que me mires, Christian, mira en lo que me he convertido, porque lo que soy ahora es gracias a ti.

Sacudí mi cabeza.

- No digas eso. –repliqué sin abrir los ojos todavía- Te lastimé muchas veces. Sufriste por mi culpa.

Sentí como su dedo limpiaba una de las tantas lágrimas que comenzaban a rodar por mi mejilla.

- Mírame, por favor.

Volví a abrir los ojos y noté que los suyos estaban brillosos. Sus lágrimas estaban cerca de derramarse. Me dolió verla así, pero ambos estábamos igual.

- Solo será un tiempo ¿Sí? –Sentí que estaba intentando convencerse más a ella que a mí- Volveré en cuanto menos lo esperes y estaré más fuerte que antes. Te prometo que todos los días pensaré en ti y me comunicaré contigo.

Mordí mi labio. Reprimiendo un sollozo.

- Pero tienes que prometerme lo mismo. -Continuó- Regresaré, viviremos juntos, tendremos una familia, solo es cuestión de tiempo.

- No soy capaz de dejarte ir. –murmuré-

- Y yo tampoco lo soy, pero es por los dos. Vamos, prométeme que pensarás en mí todos los días. Hazlo.

Asentí.

- Lo prometo.

Una débil sonrisa se dibujó en su rostro.

- Christian, yo... -Comenzó a desmoronarse, su voz se quebraba con cada palabra- no tienes de que preocuparte ¿Si? Zyad irá conmigo. Viviremos en un planeta pasivo... No temas, porque mientras nuestros recuerdos no se esfumen, nosotros tampoco. –Cerró los ojos con fuerza, dejando escapar una lágrima-Te voy a extrañar mucho.

No me atreví a hablar. Me quebraría más de lo que ya estaba y no quería que Megan me viera así. Coloqué mi mano en su mejilla con delicadeza y la besé con ternura. Sus labios, al igual que los míos, tenían un sabor salado, pero eso no nos impidió disfrutar del momento, del último beso que nos daríamos en años. Profundicé el beso, pero jamás fue agresivo, sino todo lo contrario. Dulce y suave. Para muchos, ese sería un simple acto de amor, para mí lo era todo; los recuerdos, los sentimientos encontrados, las veces que estuvimos al borde de la muerte, las peleas que tuvimos, los sacrificios, los miedos, los secretos... la vez que el destino decidió unirnos. Entonces, en medio del beso sonreí, sonreí porque sabía que de todo esto me llevaba algo; ella me enseñó a sobrellevar los obstáculos, a no rendirme, a ver el lado positivo de las cosas, a tener esperanza... me enseñó a querer. Tal vez se iría a otro planeta a miles de kilómetros de distancia, pero sabía que siempre estaría conmigo dentro de mi corazón, porque una vez que decidías darle un lugar a alguien dentro de ti, jamás se iría, en ningún momento. En vida o muerte.

Perdido Entre LágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora