Capítulo 37

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- ¿Qué haces aquí? –susurré en tono de regaño-

Los ojos de Megan fueron del guardia a mí.

- Creí que necesitarías ayuda.

- Nunca haces caso. –Rodé los ojos- Ven.

Me miró sorprendida por no haberle pedido que se fuera y obedeció. Se detuvo en frente de mí.

- Vas a subir a mis hombros y abrirás la compuerta del techo ¿Entendido?

Asintió al mismo tiempo que me acuclillaba sobre el suelo y cuando apoyó ambas piernas en mis hombros la levanté con cuidado. No recordaba a Megan tan pesada, probablemente era por el musculo que había ganado.

- ¿La alcanzas? –pregunté-

Hubo un momento de silencio

-No, está demasiado lejos.

Suspiré.

-Entonces párate.

- No voy a pararme en tus hombros, estas demente.

- ¿Viniste a ayudar o no?

No contestó al instante, dio la sensación de que estaba cerrando los ojos.

- Bien –contestó rendida-

Algo en lo que Megan no era buena era en el equilibrio. Comenzó a balacearse hacia adelante y atrás cuando estuvo de pie, pero finalmente logró tocar el techo y con el simple tacto se comenzó a abrir, dando paso a una escalera. Megan perdió el poco equilibrio que le quedaba y cayó. La atrapé en brazos y se sujetó de mi cuello, mientras sus ojos se detenían en los míos. Sonrió.

- Esta vez no cerré los ojos.

Quería reír, pero no era el momento así que la bajé de mis brazos.

- Quédate aquí –ordené-

- Pero...

- Ve por el auto –me quité el brazalete y se lo di- Encuentra la manera de ponerlo en modo manual y prepárate para conducir.

- Quiero ayudarte a...

- No falta mucho para que noten que uno de los guardias hace falta, serías de mucha ayuda si hicieras más fácil nuestro escape.

Me miró sorprendida, no la culpaba, ella solo trataba de ayudar y esa era la razón por la que yo estaba enojado, que se arriesgaba demasiado. Si le decía que se quedara en el auto era por su bien, no por el mío. De su pantalón sacó una pistola de corto alcance y me la extendió.

- Estaba debajo del asiento, espero te sirva. –habló fríamente antes de marcharse-

Con arma en mano la miré marcharse, la guardé en mi bolsillo trasero y subí las escaleras, estas crujieron bajo mi peso. Lo primero que advertí fue que ahí arriba el techo era más bajo, con suerte podía pararme recto. Miré alrededor, solo para notar que las paredes estaban repletas de lo que parecían garabatos, pero al acercarme noté que no era eso, eran fórmulas que hace apenas unos años atrás yo había comenzado a comprender. Un ruido me puso alerta y me giré de golpe, mi vista viajó por la pequeña habitación; en una esquina se encontraba una cobija con una pequeña almohada en el suelo, en otra había un pequeño banco con una lámpara y al lado, en el suelo, había un montón de hojas apiladas. Mi vista se detuvo en una cortina entreabierta. Unos ojos avellana se asomaban por ella. En cuanto di un paso movió la cortina para taparse totalmente, así que me detuve.

Suspiré. No sabía cómo tratar a un niño, pero si eso no resultaba ser sencillo, lo sacaría por las malas.

- ¿Blazh?

Perdido Entre LágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora