Megan se había quedado dormida casi al instante después de cerrar los ojos. Intenté tranquilizarme, pensando que no había perdido la consciencia, porque sino yo también lo hubiera hecho. Era inútil pensar en eso, una duda rondaba por mi cabeza. La vez que estuve inconsciente por once días, Megan no lo estuvo, pero cuando recibí un golpe en la cabeza que me hizo desmayarme, Megan también lo hizo ¿Por qué? ¿De qué dependía si el otro también era o no afectado?
El guardia que ya estaba por terminar su turno de noche, no volvió a dirigirme ni una sola mirada, me prometí a mí mismo que escaparíamos con o sin su ayuda. Me fue difícil no quedarme dormido, estaba exhausto, sin embargo, tenía miedo, miedo de que algo le pasara a Megan. Todo lo que estaba sucediendo no hacía más que volverme paranoico. Cerré los ojos, afortunadamente estaba tan bien entrenado como para no quedarme dormido al cerrarlos, pero con el hambre, la sed y el dolor en mi cuerpo se dificultaba un poco más. No creía poder soportar un día más, pero así fue. El pelirrojo ya se había ido, cambiando lugares con el hombre calvo. Si no me estaba mal, habían pasado cinco horas desde eso y todo marchaba completamente bien, aunque Megan parecía mucho más pálida de lo normal y su respiración estaba entrecortada... seguía viva y eso era suficiente. Debajo de su pierna izquierda comenzaba a formarse un charco de sangre que empapaba la tela de su pantalón. Cuando despertó intentó mover su pierna levemente, pero hizo una mueca de dolor. Le dije que no perdiera las esperanzas, pues era lo único que nos quedaba en momentos como ese, sin embargo, ella me miró y me mostró una pequeña sonrisa, pero sus ojos mostraban todo lo contrario.
- ¿Escuchan eso?
El hombre del otro lado de la celda llamó nuestra atención, lo miramos confundidos, pero él no pareció notarlo.
- Son pasos, y no cualquier tipo de pasos, sino los de su perdición.
Fruncí el ceño, creyendo que se había vuelto loco, pero cualquier duda se aclaró una vez que la puerta se abrió. Entraron tres guardias seguidos de Keyla. Su mirada no expresaba emoción alguna. Abrieron la puerta, me puse de pie, pero al instante dos guardias me sujetaron, uno de cada brazo. Forcejee cuando el tercer Eléctrico tomó a Megan y la forzaba a pararse, gimió de dolor. Yo estuve a punto de hacerlo. No se había movido aproximadamente desde hace once horas y sentí como la herida se abrió más cuando se puso de pie.
- ¿Qué crees que haces? –le escupí a Keyla con furia-
Miró a su hermana de pies a cabeza y se detuvo en su herida por unos segundos antes de voltearme a ver. Sonrió al ver mi rostro sucio y herido.
- Veo que han disfrutado estas últimas noches.
- No más que el pensamiento de verte muerta.
Se acercó a mí, tanto que la distancia se había vuelto incomoda, su cara literalmente frente a la mía. No pude moverme por la fuerza en que los guardias me sujetaban, uno de ellos era Torrence, el chico hermano de Madeleine.
- Me alegra que pienses en mí, porque yo también pienso en ti. –Su mirada se clavó en la mía como un cuchillo- Te veo atado a una camilla, suplicando por piedad y gritando de dolor mientras yo extraigo la única sustancia que te hace especial, porque fuera del Prodigium, Christian, no eres más que una molestia que solo gasta aire.
Se dio media vuelta, totalmente satisfecha de saber que sus palabras me habían dejado paralizado por un momento. Se acercó a Megan y la miró dulcemente, casi con lastima.
- Siempre creándome problemas con tu torpeza, Megan. –Tomó su barbilla con delicadeza, obligándola a levantar la cara- ¿Sufres mucho? Deberías acostumbrarte.
Megan ni siquiera pudo dirigirle una mirada de odio, el dolor la estaba matando.
- Vamos, Megan ¿A caso no te entrené bien?
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Perdido Entre Lágrimas
FantastikLibro #2 de Lágrimas Congeladas El planeta Seigue jamás había tenido que enfrentar sucesos tan extraños, y no hablo de guerras sino de algo que deja a todos totalmente confundidos, acontecimientos que solo llevan a una misma cosa: Eléctricos. El Su...