Capítulo 1

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Nunca hubiese pensado que mi vida fuese a cambiar tan rápidamente. Parecía que hiciese una vida desde que conocí a Kane, pero tan solo habían pasado un par de meses cuando me enamoré de él. Después de lo que me hizo mi primo, renuncié totalmente a los hombres, pero eso cambió drásticamente cuando conocí al hombre de ojos azules que me quitó el corazón... y lo hizo pedazos.

Estuve alrededor de dos horas esperando en el porche de su casa para ver si cambiaba de opinión. Chocolate ya estaba cansado de estar quieto y no paraba de tirar de la correa para que le llevase a pasear. Por otro lado, yo solo estaba ahí plantada, imaginando lo que podría haber sido de nosotros si Kane no hubiese reaccionado de la manera en que lo hizo.

Cada vez que pensaba en las palabras dolientes que dijo Kane sobre mí, era como si me clavasen una estaca en el corazón y la retorciesen hasta que ya no quedase nada más de mí. No quería pensar en eso, quería que todo fuese bien, que Kane y yo estuviésemos juntos y que Nash siguiese siendo como un hijo para mí.

Pero no. Kane se encargó de hacer mi sueño pedazos.

No sé en qué momento hubiese llegado a pensar que salir con él fuese a ser una gran idea, pero lo hice. Y no podría haber estado más equivocada. Qué ingenua fui por mi parte al pensar que me iba a cuidar en las buenas y en las malas. Qué ingenua fui al dejar que él me conociese y qué ingenua fui al abrirme de piernas tan rápido. Si no hubiese sido por eso ahora mismo no estaría embarazada del hombre que hace tan solo un par de horas me dejó.

Chocolate, al ver que no pensaba moverme del sitio, empezó a darme lametazos en la cara. Si no fuese porque no puede hablar pensaría que me está diciendo algo así como: "¡Espabila! No puedes tirarte en el rellano a llorar descontroladamente por un tío que no te merece".

Y no es que le faltase razón, sino que mi cuerpo se negaba a reaccionar.

De repente, mi teléfono comenzó a vibrar en mi bolsillo. Traté de sacarlo pero en la postura en la que estaba -rodeándome las rodillas con los brazos- era imposible hacerlo. Cuando logré ponerme de pie, mi teléfono había dejado de vibrar, y miré en la pantalla con esperanza de que Kane se hubiese arrepentido y me hubiese llamado.

Qué ingenua.

El nombre de Kylie vibraba de nuevo en la pantalla, lo que hizo que se me rompiese el corazón aún más. Me mantuve en silencio unos segundos, como si supiese realmente lo que le iba a decir cuando le cogiese el teléfono. Armándome de valor y limpiándome las lágrimas que habían estado cayendo de mis ojos desde hacía unas horas, cogí el teléfono.

–¿Autumn? ¿Por qué no me has cogido el teléfono las veinte veces que te he llamado? Estaba preocupada por ti.

–Perdona...yo...no lo había visto– musité con la voz rota.

Kylie pareció darse cuenta de mi estado de ánimo, porque no tardó ni dos segundos en preguntarme:

–No me asustes, tía. ¿Estás bien?

No aguanté más y las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos a raudales.

–Me ha dejado... Kane me ha dejado cuando se ha enterado– conseguí sollozar a duras penas.

No sé cómo fue capaz de entenderme entre mis lamentos pero lo hizo.

–Voy a llamar a Reece y vamos inmediatamente para allá. ¿Dónde estás?– preguntó, inquieta por mi reacción.

–En su casa...

–Joder, Autumn, ¿te has pasado el día ahí tirada después de que te haya dejado el gilipollas ese?

Al otro lado de la pantalla noté un suspiro de incomprensión. Si yo hubiese estado cuerda en ese momento también sabría lo estúpida que fue mi reacción al quedarme tantas horas para ver si salía a por mí. En cambio, no sentía nada. Nada más que dolor.

–Lo sé- murmuré, cansada. No quería sermones, sino caerme muerta en el porche de su casa. Sin embargo, eso no funcionó para mi desgracia.

–No te muevas, ya vamos– finalizó la conversación.

No tenía pensado moverme pero una oleada de histeria creció en mi interior, por lo que dejé que mis pies me llevasen a otro lugar. Cualquiera menos la casa de Kane.

Con Chocolate arrastrándome, anduve lo que para mí se me hizo eterno. Salí de mi ensoñación cuando noté cómo Chocolate ladraba a un coche que se había parado a nuestro lado. Seguidamente, noté cómo unos brazos me abrazaban fuertemente mientras Reece me susurraba al oído:

–No sabes cuantísimo lo siento, linda.

Sólo el escucharle hizo que me derrumbase y volviese a ponerme a llorar como una niña pequeña. Odiaba que me viesen así pero, en ese momento, todo me importaba bien poco.

Noté como Kylie me quitaba la correa de Chocolate de las manos y le metía suavemente en uno de los asientos traseros del coche mientras Reece también me empujaba para allá y, por un momento sentí que, con amigos como ellos, yo iba a estar bien.

SEPARADOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora