Me puse unos jeans y una sudadera negra, combinándolos con unas vans rojas. Peiné mi pelo y lavé mis dientes para después, encontrarme con Alec.
-Tras tres horas por fin apareces -dijo Alec con ironía-
-Exagerado -me acerqué a él y nos quedamos a un paso-
-Sé que tienes trabajo en arreglarte nena pero tranquila, por la noche no se puede apreciar esa cara desmaquillada tuya -dijo con una risa-
Arqueé mis cejas con la boca abierta y le brindé un suave golpe con mi puño en su pecho.
-Ten cuidado no vayas a romperte una uña -me guiñó un ojo-
-Esta noche estás graciosillo, ¿eh?
-Sincero más bien.
-Con lo cuál piensas que soy fea, ¿no?
-Mucho -sonrió-
-¿Y qué hace un chico como tú con una chica como yo?
-Ni idea.
Mordí mi labio y rodé mis ojos.
-Pues la fea se cansó. -hice ademán de irme pero Alec me detuvo-
-Tú eres fea y yo un mentiroso. -dijo en un susurro a milímetros de mí-
Sonreí.
-Con lo cuál, nada de lo que he dicho es verdad -rozó su nariz con la mía-
-Lo suponía.
-Preciosa y lista -sonrió y negó con la cabeza-
-Mentiroso y tonto -reí-
-Lo suponía -dijo imitando mi voz-
Me separé de él de un empujón con una silenciosa risa.
-Vamos, esta noche va a ser larga.
Alec comenzó a caminar y yo le seguí con el más posible sigilo a una distancia mínima.
-¿A dónde vamos?
-A molestar un rato -dijo girándose hacia mí con una mueca-
-Alec van a llamar a la policía -dije parándome en seco-
-Vamos -se giró y me miró- ¿tú crees que yo le temo a la policía?
-Deberías. -dije con una mirada incrédula-
-Además, ¿crees que nos pillarán?
-Em... ¿Si? -dije con ironía ante la obviedad de lo que era la respuesta-
-A mí nunca me cazan -arqueó una ceja-
-Llegará el día en el que eso pase y no te harás el chulo.
-Nunca pasará, creéme.
-¿Cómo sabes eso? Estás demasiado seguro de todo, por lo que veo.
-Díos mío, ¿quieres dejar de hacer preguntas de una maldita vez? -dijo lanzando un puñetazo al aire intentando mantener la calma, cosa que no logró pues su tono de voz se elevó-
-Tal vez dejaría de hacerlas si me las resolvieras -levanté el tono para quedarme por encima del suyo, nuestras voces resonaban contra el asfalto de la fría carretera, aliándose con la dura noche que se cernía sobre nosotros-
-Nunca cerrarás esa enorme bocaza, ¿verdad?
-No tiene pinta. -me crucé de brazos-
-Podrías enseñarte a utilizarla para otras cosas -esbozó una sucia sonrisa-