Capítulo 31. "¿A escondidas?"

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Rachel.

La luz del apagado día de Montpelier tiró de mis párpados y comencé a divisar diversas formas a mi alrededor mientras mi dolorido cuerpo se estremecía del sueño. Los débiles latidos de un corazón resonando en mi oreja me hicieron consciente de que me encontraba sobre el pecho de Alec. Mirando hacia arriba para ver su boca entreabierta, suspiré.


-Rachel, cariño -dijo mi tía Alice entrando en la habitación, haciéndome saltar sobre el colchón.

-Tía Alice -dije incómodamente avergonzada.


Mi tía abrió sus ojos como platos mientras se detuvo. Yo simplemente arrugué mi cara por la gran pillada.


-¿Qué coño? -dijo Alec abriendo sus ojos, al ver a mi tía, saltó sobre el colchón- eh... Perdón. Esto... -carraspeó su garganta- buenos días Alice.

-Buenos días chicos -saludó nerviosa- bueno, os dejo -dijo dirigiéndose a la puerta.


Antes de desaparecer tras ella, mi tía movió sus cejas de forma sugestiva hacia mí mientras yo rodaba mis ojos.


-Espero que ella no haya pensado nada raro -dije Alec.

-Créeme, es tarde para eso.


Alec me miró por primera vez en la mañana y su cara se quedó blanca como el papel mientras se ensombrecía enviando escalofríos por mi espina dorsal. Su mandíbula se apretaba pausadamente mientras recorría mi cuerpo con sus ojos.


-¿Qué pasa? -dije balanceando la preocupación por mi voz.

-¡Malditos hijos de puta!-exclamó Alec mientras se levantaba de la cama caminando hacia delante.


Boté en la cama ante aquel repentino humor mañanero de Alec mientras lo miraba perpleja.


-Alec, tranquilízate -dije levantándome de la cama.

-¿Que me tranquilice? -gritó lo más bajo que pudo.

-Sí, y no te lo estoy pidiendo -dije firme,


Alec suspiró violentamente mientras su cara supura ira.


-¿Qué pasa?-dijo Alec con asco mientras se acercaba a mí, haciéndome retroceder- ¿qué pasa? ¿tienes miedo de mí? -dijo incrédulo.


Negué con la cabeza segura de mí misma. Simplemente había sido un acto reflejo... ¿No?


-Tal vez deberías ver esto, a lo mejor cambia tu opinión.


Alec cogió mis muñecas con mucha fuerza, retorciéndome bajo su agarre mientras me conducía hasta el baño. Gemí en señal de dolor mientras tiraba para liberarme del agarre de Alec, cosa que el ignoró poniéndome frente al espejo.

Toda mi cabeza tembló y no podía creer lo que veía, aunque anoche tomé consciencia de ello, había desaparecido.

Mi mejilla derecha estaba totalmente morada y mi labio inferior algo hinchado, el cual comenzó a temblar por la imagen que se cernía enfrente de ellos. Mis brazos estaban marcados por sus manos, aún las sentía ahí rasgando mi piel con fuerza mientras me llevaban con ellos.

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