Alec.
Entré de nuevo en la habitación de Rachel para encontrarme una imagen de las dos chicas sentadas en la cama hablando.
-Bueno, yo me voy -interrumpí.
-¿Seguro? -dijo Rachel levantándose de la cama.
-Sí -asentí.
-Vale...
Mis pies no querían moverse, mi cabeza no dejaba que ni una partícula de mí se estremeciera de allí. Era lo que tenía que hacer en aquel momento pero simplemente no podía, era como estar anclado al suelo.
Había estado algo más de dos semanas sin Rachel y simplemente un rato de una noche no era suficiente.
Con todo alrededor en penumbra, en un segundo plano inexistente, mi cuerpo se movió en un impulso irracional hacia ella y, atrapando su suave cara con mis manos, besé sus labios y todo mi sistema comenzó a entrar en un estado de relajación y fluidez sobre mí mismo.
Rachel recibió el beso sorprendida por mi acción pero me lo devolvió con gusto.
-Mañana, por favor -susurré contra sus labios.
Su cabeza asintió entre mis manos y ya todo me era suficiente para marcharme, al menos por aquel momento.
Una vez abajo busqué a Dylan por todas por partes, en aquellos momentos lo último que me apetecía era estar solo.
Divisé un pelo rubio doblando la esquina para andar delante de mí.
-¡Howard!
-Hey tío -dijo una vez que se giró a mí.
-¿Sabes dónde está Dylan?
-Dijo que quería estar solo un rato, no tengo ni idea.
-De acuerdo.
Sabía perfectamente dónde estaba Dylan. Cuando quería estar solo siempre se iba al árbol más alto del extremo oeste de la colina, siempre al mismo.
Aparecí en una de las ramas mas grandes a la mitad del árbol e hice todo lo posible por mantener el equilibrio.
-¿Dylan? -dije mirando a mi alrededor, aunque sólo veía una altura de vértigo vertiéndose bajo mis pies.
-Aquí -dijo su voz.
Miré hacia arriba y lo vi en la parte más alta del mismo árbol.
Una vez a su lado me agarré de pie a una rama que se cernía sobre mi cabeza.
-¿Qué tal tío? ¿Todo bien? -dije dándole un toque en la espalda con mi rodilla.
-Hoy casi mato a Rachel.
Todo lo que fuera que habitase dentro de mí se desplomó hasta mis pies a la vez que mi sangre comenzaba a hervir.
-¿Qué Rachel? ¿Qué dices?
-Sabes perfectamente de quién te estoy hablando -dijo con la vista fija en el paisaje del amanecer tenue.
-Creo que deberías dormir un poco, mira...
-No, Alec -dijo interrumpiéndome- sabes quién es, Rachel, el ángel que cazamos la otra noche. Esta misma noche...
-Está amaneciendo ya -corté.
-Bueno pues anoche, como quieras verlo -dijo intentando avanzar- yo y Howards contra otro ángel, que por cierto he de añadir que estaba muy buena, y Rachel, que apareció después -soltó una risilla- me quedé paralizado, no sabía qué hacer... No podía matar a la novia de mi hermano.