Capítulo 23. "No te comportes como mi madre"

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Mi estómago se retorcía sin cesar provocándome ganas de vomitar.

Colgué el teléfono y al dejarlo sobre la cama encendí la luz. Agarré unos jeans claros y una camiseta de tirantes, calcé mis pies con mis botas de pelo negras y bajé a toda prisa las escaleras, de tres en tres, al menos.

Salí de casa y el gélido frío golpeó mi piel cristalizándola al instante. Me abracé a mí misma tiritando y miré a mi alrededor; no tenía ni idea de cómo iba a llegar al cuartel.

Había un coche aparcado en la puerta de mi casa, no sabía de quién era ni por qué estaba allí pero ya tenía transporte. Supuse que si estaba allí sería porque el dueño o dueña estaría dentro de mi casa, por lo que comencé a tocar el timbre desesperadamente. 'Siempre olvidas las llaves' me regañé entre dientes.

-Ya va, ya va -se oyó la voz cansada de Megan al otro lado de la puerta-

-¡Megan corre, abre! -dije aporreando la puerta-

Megan abrió la puerta con todo su pelo enmarañado y un ceño fruncido, el que rompió cuando dio paso a  un bostezo.

-¿De quién es el coche que hay fuera?

-De mi amigo Patrick, ¿por qué?

-Vale, se lo cojo prestado -cogí las llaves menos familiares que había en el llavero.

-¿A dónde vas?

-Adiós Megan -dije bajando las escaleras del porche, dirigiéndome a toda prisa hacia aquel Mini blanco.

-Pásalo bien -dijo Megan cerrando la puerta y balbuceando cosas prácticamente inaudibles.

Subí al coche y metí las llaves en la ranura temblando por el frío y por el miedo de que Alec pudiera acabar en la cárcel por a saber qué.

El coche arrancó y salí a toda prisa de allí para llegar cuanto antes posible al cuartel.

Que habrá hecho Alec para que quieran meterlo en la cárcel. Cómo estaría... Por un momento pensé que estaría asustado pero mi subconsciente me abofeteó a mí misma: 'Alec nunca tiene miedo' me recordó.

A medida que me iba acercando al cuartel todo mi miedo fue sustituido por el más absoluto enfado. Sólo de recordar las palabras de Alec diciendo que a él nunca lo pillaban hacía que me hirviera la sangre.

Bajé del coche y entré al cuartel de policía, topándome de repente con el mostrador.

-¿Qué se le ofrece? -dijo una dulce muchacha.

-Quiero ver a Alec Johnson. -dije temblando.

-¿Está usted bien? Parece al borde de una hipotermia -salió de detrás del mostrador.

-¿Es que no me ha escuchado? ¡Exijo ver a Alec Johnson! -dije con las esquinas de mis ojos quemando, genial, ahora lloraría.

-Cálmese, el caballero por el que usted reclama está bien, ¿de acuerdo? Acompáñeme a por algo de abrigo.

La rechoncha muchacha cogió mi brazo y me guió hacia un cuarto lúgubre. Mi cabeza daba vueltas, me pesaba a la vez que me daba calambres del frío que me recorría. La mujer puso sobre una mesa una pequeña estufa, la cual encendió a la vez que me dio asiento frente a ella.

-Póngase esto -me ofreció un groso abrigo de uniforme policial.

Lancé una mirada confusa  y  aturdida a lo que ella contestó con una sonrisa apaciguadora. Cogí el abrigo y me lo puse, abrochándomelo hasta arriba, aferrándome a la cálida sensación que comenzaba a acariciarme tímidamente.

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