Me aparté de él mientras un ceño fruncido dominaba mi cara. Alec, con la respiración agitada, miró a su pecho y rápidamente volvió a enfundar su tronco en su camiseta.
-Alec tu... -dije señalándole- tu pecho está bien, el otro día te dispararon y hoy... -retrocedí unos pasos-
-Rachel -dijo acercándose a mí-
-No -alcé la mano- ¿cómo? ¿Cómo puedes estar ya bien?
-El viernes fui al médico y la bala apenas había rozado la piel, no había sido nada. -dijo Alec seguro de sí mismo-
-¿Qué tontería me estás contando? Alec, yo vi cómo casi te desangrabas, vi la bala en tu pecho, yo... -dije negando, no encontraba respuestas para nada, todo se enredaba, se retorcía y se volvía cada vez más indescifrable-
-Se llama shock, ¿vale? Las ideas se amontonan en tu cabeza y acabas por montar una película, no recuerdas nada claramente. Todo estaba bien, por eso no quería que me acompañaras a casa, estaba bien.
-No... Es que no puede ser, yo lo vi Alec, no me trates de loca -dije casi llorando de la impotencia-
-Sh, no viste nada de eso -dijo rodeándome con sus brazos-
Me deshice de sus brazos bruscamente, no quería su tacto por mucho anhelo que provocara en mí.
-¡Sí lo vi! Alec, aunque a veces me trates de eso, no soy tonta y menos una loca -dije con un grito lo último-
-Ahora mismo sí lo pareces, relájate -dijo acercándose a mí-
-Me estás tratando de loca y mentirosa y me tengo que relajar... -suspiré con desaprobación- yo sé lo que vi Alec, me da igual lo que digas. Vi la bala incrustada en tu pecho, vi la sangre, te vi caer inconsciente. No sé lo que ocultas ni por qué -pasé las manos por mi cara- ¿no confías en mí?
Alec suspiró y dejó su cabeza caer.
-Claro que confío en tí nena.
-¿Entonces? -me crucé de brazos-
Alec tensó su mandíbula y me miró. Sentí cómo si en sus ojos se formasen unas extrañas capas de lágrimas amargas, vi cómo sus ojos brillaban, aunque de ellos nunca brotó el dolor que parecía sentir.
-Es eso, Rachel, sólo eso -dijo con dureza-
-Pero...
-Será mejor que te lleve a casa, es tarde -cogió su chaqueta y vistió con ella su cuerpo-
-Alec... -dije presionando su pecho para frenarlo-
-No -cogió mis manos con delicadeza y las bajó, dejándolas en el aire, sobre mis caderas- vamos, es tarde.
Agaché la cabeza, cogí mi abrigo y seguí a Alec por las escaleras de aquella lúgubre casa.
Salimos fuera y el frío se clavó como miles de cristales sobre mi piel, haciendo que me estremeciera. Me di cuenta que la espalda de mi vestido seguía aún totalmente descubierta. La gélida brisa invernal jugaba con mi vello erizado y manejaba mi piel como una marioneta.
-Em, Alec... -tosí y él se giró para mirarme con sus cejas arqueadas- la espalda de mi vestido, sigue abierta -di media vuelta, mostrándosela- ¿podrías?
-Oh, claro.
Alec caminó hacia mi y sus dedos rozaron con la piel desnuda de mi espalda. Chispas saltaron ante en contacto de nuestras dos pieles, quemándose y fundiéndose las unas con las otras. Los dos pudimos sentirlo, pudimos sentir la electricidad, al menos yo pude sentirla, pero, por la forma en la que Alec suspiró, supe que él también la sintió.