Alec me metió de lleno en el agua hasta la cintura entre risas. El frío liquido acariciaba mi piel invadiendo mi cuerpo de una ráfaga de frío. Chillé y me erguí ante el frío que comenzó a invadirme y Alec no paraba de salpicarme agua mojando mi jersey.
-¡Alec, para! -dije ahora entre risas-
-¡Vale, vale! -dijo con una enorme sonrisa en su boca-
-¿A si que sólo los pies? -dije dándole un leve empujón-
-Ahora entiendes por qué quería quitarte los pantalones, ¿no? -rió-
Abrí la boca sorprendida y le propicié otro empujón, esa vez un poco más cargado de fuerza.
-Eres un cerdo -dije con los ojos como platos-
-¿Preferirías no tener nada que ponerte al salir? -arqueó una ceja-
Le tendí una mirada asesina a sus ojos a lo que el respondió con otra sonrisa. Levanté mi pie tirándole agua, él me cogió por la cintura y comenzó a dar vueltas; tras unas cinco vueltas, caímos al agua.
-¡Te mato! -reímos-
-No te preocupes nena estás mejor así -se levantó y me tendió una mano para levantarme, la ignoré y lo hice por mí sola-
-Eres irremediablemente tonto.
-¿Tonto? ¿Pero qué bobada es esa? -frunció el ceño-
-La que se me ha ocurrido -reí-
-¿Tienes frío? -dijo al verme tiritar-
Yo asentí con la cabeza abrazándome a mí misma para retener mi calor corporal.
-Salgamos de aquí, se está haciendo tarde.
Alec rodeó mi hombro y salimos del agua lo más rápido que pudimos. Yo no dejaba de tiritar, el frío viento se aliaba con las gélidas gotas de agua que bailaban sobre mi piel para ir congelando cada célula de mi cuerpo. Pensé que debía tener los labios teñidos por un lúgubre púrpura.
-Dios nena estás helada. -dijo tomando mi barbilla-
Alec miró a su alrededor y cogió su jersey.
-Toma, ponte esto. -me lo ofreció-
Tenía tanto frío que ni siquiera lo pensé. Quité mi jersey empapado quedándome en ropa interior delante de Alec. El no pudo reaccionar en unos segundos, ya que contemplaba con total admiración y deseo cada centímetro semidesnudo de mi cuerpo. Estornudé y eso hizo que levantara la vista hacia mi cara y por fin reaccionara a darme el jersey. El suave jersey color mostaza de Alec abrazó mi helada piel con calor brindándome una placentera sensación. Su jersey me quedaba por la mitad de los muslos, ni siquiera se veía mi ropa interior.
Unos truenos comenzaron a rugir en el cielo tras dar paso a una luz blanca que corrió por las nubes a sus anchas. Ambos miramos al cielo y unas cuántas gotas comenzaron a caer sobre nosotros, dando indicios de que se avecinaban una guerra de ellas. Alec cogió mis zapatos y mis pantalones y me dio la espalda.
-Sube -dijo Alec-
Subí sobre su espalda y me sacó de allí a toda prisa. Nos adentramos en el bosque y los árboles nos protegían de las furiosas gotas de agua, que caían con menos intensidad al ir resbalando por las hojas de estos. Alec era muy ágil y rápido, esquivaba los obstáculos sin problema y ninguna vez se tropezó, mi peso ni le dificultaba el movimiento.
Tras unos minutos recorriendo aquel mar verde, me adentró en el covertizo de la noche de la feria y los recuerdos asaltaron mi mente.
Alec cerró la puerta y yo bajé de su espalda para que mis pies desnudos acariciasen el inhóspito suelo de la cabaña. Seguía tiritando y muerta de frío, creía que iba a morir de hipotermia y que lo menos que me podía pasar era pillar una gripe. Alec se acercó rápidamente a mí y pasó sus manos por mis brazos para darme calor; no podía moverme, ni podía sentir sus manos sobre mi piel, me había convertido en hielo.