Alec y yo salimos hacia el mostrador y allí se encontraba un chico de estatura media, castaño con ojos miel que se fundían con las vetas verdes que brotaban de ellos. El chico sonrió y Alec se removió en su sitio incómodamente apartándose de mi lado.
Ese gesto suyo me hirió, pinchando dentro de mí intentando sacar todas las lágrimas que estaba reteniendo. Quería salir de allí corriendo después de haberle abofeteado la cara.
-¡Dylan! -dijo Alec dirigiéndose a él para abrazarlo.
-¿Qué pasa tío, estás bien? -dijo ese tal Dylan dando unas palmadas en la espalda de Alec.
-Sí, estoy bien.
-¿Quién es ella? -pude escucharlo susurrar.
-¿Eh? -dijo Alec sin tan siquiera mirarme- oh, nadie, ella no es nadie.
'Ella no es nadie' me repetía mi subconsciente abriendo cada vez más profunda la herida que las palabras de Alec habían provocado.
A paso ligero salí del cuartel, detrás de mí me siguieron Alec y su amiguito.
-Te alcanzo después -pude oír a Alec.
Pocos segundos después Alec tocó mi espalda y al girarme yo estampé con todas mis ganas un cúmulo de saliva en su mejilla.
-¿No sabes reaccionar de otra manera? -dijo torciendo su cabeza con sus ojos cerrados.
-Con que no soy nadie, ¿no? Vete a la mierda Alec.
-Mira... -se limpió mi saliva.
-¡Alec! -gritó Dylan desde su coche, después comenzó a ojear su móvil.
-Hablaremos luego de esto -tras terminar su última palabra Alec agarró mi cuello e hizo estampar mis labios contra los suyos, para luego alejarse con una sonrisa victoriosa mientras yo limpiaba mis labios con rabia.
Tras una semana, después de sacar a Alec de la cárcel, no lo había vuelto a ver. Ni por las calles, ni a la salida del instituto... Era como si el propio suelo se lo hubiera tragado. Esto me destrozaba, me hacía sentirme completamente estúpida, como una adolescente perdida que corre de un lado a otro sin saber qué hacer, tropezándose por el camino con miles de piedras y llegando a su destino magullada. Una montaña rusa que subía y bajaba cuando le daba la gana sin el más mínimo aviso, que te lanzaba al abismo y después de levantaba como si nada hubiese pasado. Eso es lo que hacía Alec conmigo. No podía resistirme. Era completamente consciente de ello y era patético como llegué a dejar a un simple tío meterse en mi vida. No lo quería pintar de amor, para nada. Yo no estaba enamorada de Alec, o al menos eso creía.
Los lunes eran terribles para mí. Me quitaban la energía completamente y estaba prácticamente depresiva, los odiaba como el resto de gente. Clases, clases, estudiar y caer rendida en la cama. Había faltado a clase varios días y tenía que ponerme al día. Antes de conocer a Alec no faltaba nunca, iba siempre aunque tampoco hacía gran cosa. Me importaba mi futuro, obviamente, pero, siendo sinceros, nunca iba a poder hacer algo que realmente yo escogiese y que me gustase. Siempre por lo que soy, es siempre la misma historia.
Cuando llegué a mi cama no me lo podía ni creer. Era tan sumamente precioso ese momento... Mi almohada tan suave y yo tan cansada, que buena combinación. Estaba completamente sola en casa, Megan no quería que "cargásemos" más con ella y se volvió a su apartamento del centro; y mi tía Alice quiso ir a pasar unos días con su madre y mi abuela, con la que no pude ir por los estudios. Sólo deseaba descansar plácidamente sobre mi colchón, preparándome para el día siguiente.
No puedo respirar, todo me pesa y siento que ni siquiera lo que veo es real, se desvanece con la brisa del viento y se reaviva con mis gritos. 'Alec', pronuncio una y otra vez. Él está frente a mí junto a Peter, frenándome con una sonrisa maliciosa en sus perfectos labios. Caigo al suelo y no puedo creer lo que pasa, está lloviendo y ellos hablan y hablan; no puedo entender nada de lo que dicen, sólo sé que Alec se acerca a mí con una expresión que nunca había visto en su rostro, totalmente fría y psicótica. Me arrastro por el suelo pero Alec se cierne sobre mí impidiéndome movimiento alguno. "Lo siento" pronuncia con una sonrisa antes de agarrar mi cuello.