Fairy Oak: Una nueva batalla.

Ya en casa.

—¡¿Pero se puede saber qué os ha pasado que venís como si se os hubiera caído encima toda la lluvia del mundo?!

—Discúlpanos mama, al salir empezó a llover...

—Ya estáis corriendo arriba a cambiaros, y tener cuidado ¡Si veo algo sucio os lo haré limpiar con vuestros cepillos de dientes!

Se podía decir que llegamos algo tarde para comer, así que tuvimos que hacer todo muy deprisa si queríamos comernos el estofado que había preparado el señor Cicero.

El padre de las gemelas siempre ha sido el "cocinitas" de la casa, aunque a la señora Dalia y a Tomelilla también le gustaba cocinar, él era siempre el que acababa en la cocina casi todos los días.

Las gemelas se cambiaron a toda velocidad, Babu se puso un peto celeste con un jersey de algodón color canela encima de una rebeca naranja, y una boina malva que le regaló Shirley por su cumpleaños.

Vi optó más o menos por lo primero que encontró, ya que su ropa estaba desperdigada por su cama. Acabó poniéndose unos pantalones verde botella, y un jersey azul de lino sobre una camiseta de cuello vuelto de tonos grises.

Se medio peinaron y se terminaron de asear en diez minutos, ¡nuevo record!

—Bueno dime ¿qué tal con Grisam? -preguntó Vainilla mientras se ajustaba una horquilla en su larga melena pelirroja.

—Bien supongo, como siempre.  —respondió secamente su hermana terminando de atarse los cordones de sus botas.

La relación especial entre el muchacho y Pervinca había traido varias peleas y desacuerdos entre ellas.

Vainilla había estado enamorada de Grisam tiempo atrás, y le dolió en lo más profundo de su ser que éste preferiera a su gemela; sin embargo, con el tiempo el cariño que sentía por el joven se fue convirtiendo en una sincera amistad, y eso puso las cosas e orden con Pervinca.

La llegada de Jim no hizo otra cosa que acentuar esa afirmación, ahora ella tenía a alguien con él que podría ser feliz, el problema era que ese alguien no estaba.

—Que detallista eres Vi, explicas todo con pelos y señales. —dijo Vainilla con notable sarcasmo.

—No veo nada importante, ¡Ni qué tú me contases todo! —replicó Pervinca algo terca.

—Pero sí el noventa y nueve por ciento de las cosas.

—Como sea, déjalo Babu, estoy algo cansada. —contestó Pervinca saliendo por la puerta.

—¿Cansada?  —preguntó Vainilla a la vez que la seguía. —¿Eso es lo que te pasaba esta mañana?

—Si, no, no sé, creo que es el cambio de estación...O la vuelta a la rutina después de unas agotadoras semanas despertándose a las ocho en punto.

—Bueno pues ya dormirás esta noche Bella Durmiente, me vas a contar luego lo que te pasa lo quieras o no...¿Acaso te peleaste con Grisam?

—Tranquila, no es nada. Lo que pasa es eso, que estoy muy despistada.

La comida pasó tranquila, al igual que la clase de magia que la sucesó, pero durante la lección de Zoología y hechizos noté a ambas gemelas algo distraidas.

Las dos habían fallado tres veces antes de averiguar los rasgos más fáciles de imitar en un animal común,  cosa que dieron justo antes de irse.

Vainilla se disculpó con su tía diciéndole que le dolía algo la cabeza, y Pervinca se excusó en su cansancio de nuevo. 

Si que se le veía algo cansada, después de tanto ajetreo tanto mi bruja como yo lo comprendiamos. Lo notamos cuando nos volvimos y encontramos a las dos niñas dormidas sobre el pupitre.

Cicero vino y las subió a ambas por turnos hasta sus cuartos y yo las arropé con una manta a cada una, pues empezaba a hacer frío y ya no hacia tiempo de dormir a la intemperie.

Al verlas tan cansadas fui yo la que no las desperté y me dediqué esa tarde a guardar, poner para lavar y ordenar la ropa de las niñas, así que por una vez, ambas partes de la habitación estaban impecables y limpias. A ver cuanto duraba...

Y así pasó la tarde y ya cuando todos nos íbamos a acostar, escuché el taconeo de mi bruja en el piso superior y me preparé para la Hora del cuento.