La Hora del Cuento.

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Volé por los pasillos de la casa en dirección al invernadero. Yo era la única pequeña luz que existía entre aquellas oscuras paredes, pero ya me había acostumbrado. 

Me sabía el camino de memoria e incluso podía recordar las fotografías y las pinturas que había en cada lado de pasillo.

Una era de Cicero y Dalia el día de su boda, recuerdo sus rostros felices y el hermoso vestido de ella. Otra era del nacimiento de las niñas, estábamos todos pero no me acordaba de quien tomó la foto entonces. Otra era de las gemelas en su primer día de colegio, luego había una pintura de la madre de Cicero y otra de Tomelilla, que fueron pintadas por el padre de Shirley. También había una fotografía más, justo antes del principio de la escalera, pero había olvidado cual era.

Me acerqué lentamente para alumbrar el espacio con mi lucecita y entonces la ví. Debieron cambiarla hace poco, porque no me suena de nada haberla visto. Era una imagen de ya casi cuatro años, en el cumpleaños de Tomelilla. El día en que mis niñas descubrieron sus poderes, el día en que Vi fué raptada, el día que el Terrible 21 había vuelto.

Un escalofrío recorrió mi espalda al recordar su rostro, serio, oscuro, con una mirada indescriptible.

Dejé que esos pensamientos salieran de mi cabeza y me precipité hacia el encuentro con mi bruja. Me había demorado.

Abrí la puerta y me la encontré leyendo en su mecedora, lo que me pareció extraño, ya que en la Hora del Cuento ella solía podar las ramas de sus rosas y luego regar el resto de plantas.

Las plantas del invernadero de los Periwinkle eran preciosas, había rosas de tres tonalidades distintas: Rojas, rosadas y blancas, las preferidas de Tomelilla y las mías. Desde luego era el paraíso de cualquier hada.

—Siento el retraso. —me atreví a decir, haciendo que ella levantara la cabeza y cerrase el libro de inmediato.

—¿Y bien Feli? Cuéntame. —respondió ella con una mirada impenetrable y una voz elegante y solemne ignorando mis disculpas.

A mí me hubiese gustado preguntarle sobre el incidente ocurrido esa mañana en el pueblo con la mujer del alcalde, pero en lugar de eso, comencé mi relato como de costumbre.

Ella me miraba como esperando algo, como un lince que espera con detenimiento a una presa. Cuando terminé se mostró consternada, y susurró algo muy bajo que no pude escuchar.

—Feli, ayer se cayó un árbol en el Bosque que Canta.

Mi rostro se tornó pálido y adquirí una actitud de sorpresa. Ayer no llovió, no hubo ni el más pequeño índice de tormenta ¿Cómo pudo haberse caído?

Me quedé en silencio sin saber que responder.

—¿Qué árbol? —fue lo único que pude procesar para que saliera de mi boca. En serio, de la de cosas que podía preguntar y yo dije eso. Sonó tan estúpido...

—Un Pino. —respondió ella. —Estaba enfermo.

—¿Enfermo?

—Sí Feli, no producía savia, no se alimentaba, era como si derrepente se le hubiera parado la vida, como si se hubiera podrido por dentro.

Mi corazón se paró durante un segundo demasiado largo para mí. Que abominación, pobre árbol. Era algo muy cruel.

—Todavía estamos investigando lo sucedido y dicha enfermedad. Duff y yo partiremos mañana temprano a hacer un segundo reconocimiento. Tenemos que tener cuidado, no queremos que caigan más; imagínate que llegase a Roble.

—Oh Dios mío. —respondi yo con cierto temor. —Si Roble cae, no solo perderíamos a un gran amigo, que también;  ¡Sino que por la fuerza del golpe gran parte de Fairy Oak quedaría destruido!

—En efecto. Hemos advertido al alcalde para que haga algo al respecto pero le hemos pedido que no diga nada aún, no sabemos la gravedad de la situación y no queremos asustar a nadie. Solo lo sabemos Duff, el alcalde, seguramente la mujer de este, —Eso lo sabía ya yo de sobra. —Hortensia, el leñador Mc Doc, que es el que descubrió este suceso; y yo.

—Supongo que no debo contarle nada a las niñas. -dije imaginando la cara de preocupación de Vainilla al oir semejantes noticias.

—No, por el momento dejemoslo estar. —contestó Tomelilla comprendiéndome.  —Pero ten cuidado con Vi, ya sabes lo que dicen, solo un buen mentiroso sabe pillar las mentiras de otro gran mentiroso.

—De acuerdo.

—Y una cosa más Feli, me gustaría que averiguaras lo que le pasa a mi sobrina, está mas claro que el agua que le ocurre algo.

Derrepente y antes de que pudiera contestar escuchamos un grito procedente del piso superior.

—O a lo mejor no hace falta, creo que vamos a descubrirlo. —explicó Tomelilla antes de salir corriendo escaleras arriba seguida por mí.

Fairy Oak: Una nueva batalla.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora