En menos de cuarenta y ocho horas.

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Inspira..., espira..., inspira..., espira...

Babu se sujetó la garganta e inhaló profundamente varias veces antes de abrir los ojos de nuevo. Una vez se sintió más o menos estable, cedió a abrirlos encontrándose con un Grisam mareado, confundido y agitado, parecía estar en medio de una lucha interna.

La había soltado, ¿Por qué?, ¿Acaso...? ¿Había conseguido resistirse? ¿Acaso aquello era posible?

La menor de las gemelas se precipitó sobre él y le miró con una angustia infinita. ¡Estaba sufriendo muchísimo! Tenía que hacer algo, pero... ¿El qué? Tenía que pensar velozmente, todavía no se había recuperado del susto anterior, pero debía actuar, debía ayudarlo.

—Grisam, soy Babu... ¡Soy Vainilla! No dejes que te domine, ¡Tú puedes conseguirlo!  —le dijo tratando de animarle. Recordaba aquella mirada, era la misma que había mostrado Flox en sus ojos aquella tarde regresando de la escuela, tan misteriosa e impasible... El enemigo estaba tratando de apoderarse de la mente del joven —. ¡Tienes que ponerte bien!

El rubio no era capaz de escuchar la voz de la pelirroja, si la oía, pero no le prestaba atención. Estaba demasiado concentrado en sofocar todo su dolor. La otra sin embargo, se desesperaba al ver sufrir a su amigo y al  imaginarse cómo se estaría sintiendo.

Entre tanto el mago chillaba por lo que le estaban haciendo, se sentía peor que mal, el mundo daba vueltas a su alrededor y se le era imposible saber donde estaba el suelo y donde el cielo, se encontraba realmente aturdido.

—¡Piensa en nosotros! , en tus padres, en tu tío, en la Banda... ¡¿Qué haremos sin ti Grisam?! ¡¿Qué haremos sin nuestro capitán?! Tú eres bueno... —seguía implorando Babu intentando que el joven Burdock recuperara su sano jucio. Dios... ¡No sabía qué más probar! Era una estúpida y una tonta, ¡Seguro que Vi sabría manejar la situación! Porque a pesar de que ella siempre metía en lios a todo el mundo, también era la que los sacaba de ellos. Así era su hermana, a la que tanto quería y a la que tanto echaba de menos... Un momento... ¡Eso era! ¡Pues claro! ¡Vi! —. ¡Oye tú! ¡Pervinca no te perdonará en la vida haberte rendido! Sabes perfectamente que tiene la cabeza más dura que cualquier cosa de la faz de la Tierra... ¡No puedes irte sin verla de nuevo! 

 Vainilla rezaba porque funcionase, era necesario que todo acabase de una vez, no quería tener que luchar contra su amigo, sería incapaz de hacerle daño y sabía que seguramente aunque la pelea se diera ella llevaba las de perder. Pero era un buen chico, terminaría encontrando el valor y las fuerzas necesarias para salir adelante.

Y no estaba muy equivocada.

El muchacho había dejado de luchar al escuchar el nombre de la gemela de la chica que estaba allí frente a él. Como si de un encantamiento se tratase, una serie de recuerdos fueron inundando su cabeza, todos tenían algo que ver con aquella brujita pelirroja que le volvía tan loco... Y lo consiguió. Se aferró a aquellos momentos y recuperó el control de su mente. Por fin.

—¡Eso es! —exclamó la muchacha feliz con una gran sonrisa decorando su rostro pecoso. Había funcionado y lo veía, podía observar como aquella aura malvada iba abandonando el cuerpo de su capitán —. ¡Has vencido! ¡Lo consguiste!

 La niebla se fue disipando lentamente y esto ocasionó que de una vez por todas consiguiese ver la plaza. Yo había llegado junto a Tomelilla y el señor Cícero hacia unos diez minutos, pero no habíamos sido capazces de divisar nada en aquella penumbra. Mi bruja había intentado calmar el ambiente de distintas formas pero ninguna había dado resultado.

—¡Babu! —exclamé mientras volaba lo más rápido que mis alas me permitieron en dirección a donde se encontraban los tres jóvenes —. ¿Te encuentras bien? ¿Estas herida? ¡Lo debes de haber pasado muy mal!

Fairy Oak: Una nueva batalla.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora