Capítulo 8

3 0 0
                                    

-POV Patricia-

Me siento en la orilla de su cama, miro para ambos lados y me permito volver a recostarme. Inhalo el aroma de Oscar en las sábanas mientras los recuerdos de lo que vivimos anoche me invaden. Me levanto para ir en su búsqueda, no esperaba despertar sin él a mi lado, necesito verlo.

Saco las sábanas de la cama para envolverme en ellas y hago un nudo a la altura de mi pecho lo suficientemente fuerte para que no se me caiga en el camino.

—¿Oscar?—traspaso el umbral de su habitación y mi mirada instantáneamente encuentra la suya—Hola—me acerco despacio hacia la cocina.

—¿Qué tal?—se sienta en una silla y agarra el celular.

—Bien, ¿y vos?—trato de acortar la distancia entre nosotros.

—Con hambre—responde cortante sin dejar de mirar la pantalla de su teléfono. Asiento y me dejo caer en la silla que esta enfrente de la suya. La mesa nos separa.

—¿Queres que prepare algo?

—No.

—Puedo preparar unos deliciosos paste...

—Mejor anda a bañarte y deja de joder, suficiente con que te hayas quedado a dormir anoche. No tendrías que estar aquí—me interrumpe soltando su celular y dirigiéndose a la heladera.

Lo único que alcanzo a hacer es darme la vuelta e irme a su habitación a por mi ropa, ¿qué se piensa? ¿qué voy a ser una más del montón? No, no soy como esas estúpidas que se andan arrastrando tras él... ¿o si?

No, definitivamente no.

Termino de ponerme las zapatillas y me levanto rápido de la cama para ir a enfrentarlo, me va a escuchar.

—¡Sos un estúpido si crees que vas a tratarme como se te dé la gana!— cierro la puerta de un golpe a mis espaldas y vuelvo a entrar en la cocina, esta vez con la sangre hirviendo de la rabia—¡No soy un trapo que se usa y se lo tira al día siguiente!—él no me mira, parece muy entretenido tratando de hacer algo con huevos, agua y harina—¡Oscar!

Suelta un suspiro y su sonrisa cínica no tarda en aparecer frente a mis ojos.

—Ya pasé esto, ahorrate las palabras y andate. O quedate, me ayudas con el desayuno y después podemos ir a comprarte ropa.

Bajo la vista a mi cuerpo analizando si es que algo esta mal en él y frunzo el cejo al ver que todo esta igual de impecable que cuando me cambie antes de salir de casa, quizá un poco más arrugada, pero no se ve mal.

—¿Por qué decis eso?—se levanta de hombros y va a revisar la hornalla en donde, parece, había puesto a hervir leche.

—A las mujeres les gusta comprar ropa... eso hace que el nivel de enojo baje y me dé más oportunidades.

—¿Sabes que después de escuchar eso no voy a acceder a ir a comprar ropa ni ninguna otra cosa que me ofrezcas? —que boludo...

—Lo sé, pero también sé que sos demasiado interesante e inteligente como para tratarte como las retardadas  con las que normalmente trato.

—Decir cosas lindas no te quita lo pelotudo.

—¿Crees que soy un pelotudo? —gira para mirarme y puedo ver que está aguantando una risa.

—No se supone que te tengas que reir si alguien te insulta — miro mis zapatillas y después a él. ¿En que momento se había acercado tanto?

Creo que él no entiende el significado de espacios personales, porque cada vez que me descuido me invade a tal punto que su respiración se acopla con la mía, creando una sola burbuja en la que su aroma es un tranquilizante, sus ojos verdes hermosos son mi perdición y sus labios mi delirio.

—Se volvió gracioso en el momento que salió de tu boca. Sos tan contradictoria Patricia, en un momento queres algo y cuando ves que no es tan fácil obtenerlo te limitas a putear.

—No soy una chica a la que se usa. Sólo quería que lo sepas.

—Perdón por decirte que te tendrías que haber ido, pero la idea de tener que casarme para tener que ganar dinero no me llama la atención. Quería pensar— estira su mano hasta su nuca y se rasca en un claro movimiento de nerviosismo.

—Sos bipolar, ¿quién te entiende?

—Vos sos exactamente igual que yo, hace dos segundos estabas re caliente y ahora queres que te bese — sonríe levantando mi barbilla.

—No quiero que me be...

Y cuando sus labios aprietan los míos no puedo evitar negarme, siempre voy a querer un beso de él, aún si estuviera tan enojada como lo estaba.

Sus manos viajan hasta mi espalda en cuestión de segundos, espera que yo lo abrace del cuello y mete sus frías manos debajo de mi camiseta, no tardo en estremecerme y él lo aprovecha para meter su lengua en mi boca.

Le mesa pasó a ser un cama improvisada y que la leche de la olla se haya convertido en un volcán en erupción no importó en el momento en el que Oscar besaba mi piel tanto que parecía que quería arrancármela. Apagó la hornalla y me alzó para llevarme a su habitación.

¿Para qué contar los detalles, si se sobreentiende que el pelotudo de Oscar a veces puede ser malditamente querible?

Lo que importa es que aconejamos tanto que el tiempo pasó volando y los rayos del sol ya apenas pasaban a través de las ventanas, si, quizá fue demasiado.

~●~

—Voy a tener que llamar a alguien para que limpie la cocina—sonríe abotonándose la camisa.

—La verdad que si—termino de atarme el pelo y él vuelve a besarme—. ¿Vamos a aconejar todo el tiempo?

—¿Aconejar?—suelta un pequeña risita y tuerce el gesto mirandome raro, yo también río.

—Si, aconejar—entrelazo las manos detrás de su cuello y sonrió—, no voy a decirte lo que significa, voy a dejar que tu imaginación lo deduzca.

—Bien—me besa y va hasta el living. Lo sigo y veo que agarra las llaves de su auto y se vuelve pada mirarme—. Vamos a comer algo y después te llevo a tu casa, tu mamá debe estar preocupada.

Asiento y la culpa empieza a corcomerme, que egoísta fui...

Más allá de los sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora