Capítulo 33

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-POV Oscar-

El sustento de la familia siempre había sido papá, siempre fue él el que nos daba todo... mientras que mamá me daba su amor. Ella era la que cuidaba de mí y papá. Todavía recuerdo esas mañanas de los días helados de las vacaciones de invierno... Papá trabajaba duro antes de entrar a las vacaciones así podía dedicarnos al menos un semana.

Cómo extraño mi niñez... por Dios cómo la extraño, daría lo que fuera por despertar y volver a tener cuatro años, que mamá me grite desde abajo para levantarme y después venga papá a abrazarme mientras dormía y me dijera con esa paciencia que siempre me tuvo que mamá nos estaba llamando para desayunar... Esas eran mis mañanas de invierno; cuando papá me alzaba y me llevaba hacia la cocina jugando como si fuésemos avioncitos...

"― ¡Mamá! ¡Mamá! Papá no quiere bajarme"―gritaba mientras él seguía sosteniéndome de la cintura y alzándome como si no pesara nada. Y es que en ese tiempo... era un bebé para papá.

―"Eduardo, ya bajalo"―decía mamá con una sonrisa en ese hermoso rostro que ya no recordaba con claridad.

―" ¡Marta! ¡Estamos cayendo, el avión se queda sin gasolina! ―gritaba papá entre risas mientras corría alrededor de la mesa―. ¡Amor, necesitamos tu ayuda o moriremos!"

Y ahí era cuando mamá reía y comenzaba a correr tras nosotros tratando de que no cayéramos al mar... el mar del mundo que papá había creado y que con tanto recelo lo guardaba solo para nosotros dos. Para mí y mamá. Solo nosotros, porque éramos su mundo. Él sabía decir que no necesitaba nada, no necesitaba más que nuestro amor, y que vivamos para siempre...

Y sin embargo ellos se me fueron... Primero fue mamá... y ya no hubo quién me sostenga al caer en el mar, y con la llegada de la adolescencia papá me dejó caer y no pudo salvarme... No podía... No debía... Solo mamá podía salvarme y ya no estaba.

Papá dejó de jugar conmigo y pensó que darme todos los gustos era la mejor forma de olvidar a mamá... Eso no era algo que tenía que pasar, nunca iba a olvidar a la persona que más me amó en el mundo... Nunca.

Y luego fue papá, se fue y me dejó con el peso de una empresa... de una familia que no era mía por decisión. A pesar de eso lo amaba... después de todo lo quería por todo lo que había hecho por mí. Porque dejó muchas cosas atrás y trató de ser mamá. No pudo. No era su culpa. 

Estaba solo...

Simplemente solo. Porque mi familia me odiaba, creían de mí las peores cosas y por crecer sin mi madre nunca pude terminar de aprender a socializar como se debía, sé que podría haber salido solo a flote, pero no era mi caso, mamá me había consentido tanto que al perderla fue un golpe duro. Tan duro que no quise dejar entrar nunca más a nadie a mi castillo de príncipe azul. Mamá decía que lo era, yo era su príncipe, e iba a serlo para mi princesa... Pero nunca pasó eso.

Nunca pero nunca dejé que ninguna princesa me ame, porque si lo hacía se iba a ir igual que mamá y no quería. No quería sentir mi castillo tan solo otra vez.

Me encerré en sensaciones frías con el pasar de los años, era un chico reservado en la secundaria hasta que un amigo me hizo cambiar y me convirtió en lo que era en ese momento. Un mujeriego que no le importaba romper corazones con tal de encontrar la cura del suyo, me volví egoísta y sabía que estaba mal.

Me volví una mierda, un total maldito con las mujeres... y lo fui hasta con la que me amó con la misma fuerza que mi madre... abusé de ella en todos los sentidos y la dejé con algo mío en su vientre.

Había huido... lo había hecho porque dos mujeres que salieron de la nada pretendían instalarse en mi castillo...ese que había cerrado hacía mucho por temor a que me dejen algún día. Tal como lo habían hecho papá y mamá.

Habían pasado 4 meses y esa mañana mi prima Alicia me había mandado un mensaje...

"Sé que quizá no te interese, pero ya que estas acá podrías venir al nacimiento de tu hija. Patricia tuvo complicaciones"

Más allá de los sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora