Patricia se levantó con lo que quedaba de su corazón en la mano. Caminó hacia la puerta trasera de su supuesto hogar y la abrió sin pensar en que el frío podía congelarla. Salió de la casa y dejó que el viento helado azote sus brazos desnudos y se lleve los pedazos de ese pobre corazón destrozado.
Ella se negó a llorar. No iba a hacerlo por un hombre que no merecía siquiera una sonrisa de su parte, no iba a llorar por ese hijo de puta que la había dejado embarazada, que la había ilusionado y luego botado como si se tratara de cualquier otra mujer. Ella no era cualquiera, era su esposa, la madre de su hijo y la mujer que le había dado ciegamente su corazón. Era una tonta por haberlo hecho y no iba a volver a hacerlo.
Se abrazó a si misma sintiendo pena por cómo le salían las cosas en la vida. Primero la enfermedad, después el desempleo y la falta de comida. El frío que pasaban en invierno y el calor que hacía que se desmayaran en verano. Ahora su situación amorosa, el embarazo... ¿cómo se suponía que se debía cuidar un bebé?
Ella había ayudado a su mamá a cuidar a sus hermanos cuando eran más chicos, pero ese bebé que llevaba en el vientre no iba a ser su hermano, iba a ser su hijo y era ella la que se tenía que quedar despierta por las noches, no su mamá. No iba a ser como antes, que tenía que pasarle almohadones a su mamá para que estuviera más cómoda al darle el pecho a uno de sus hermanos, era ella la que tenía que alimentarlo, cambiarlo, bañarlo, cuidarlo y amarlo por sobre todas las cosas. Era ella ahora la que se tenía que privar de cosas para poder darle algo mejor a su bebé.
Empezó a tener miedo, estaba sola, sin un padre para su hijo, sin empleo y sin estudio. Sin nada de dinero que pueda ayudarla a la hora de necesitar algo. ¿Y si su bebé se enfermaba? ¿Si pasaba hambre? ¿Si pasaba frío?
Su antigua casa no era un lugar en el que un bebé debería crecer, ella no quería algo así para su pequeña luz. Tenía miedo... mucho miedo y frío...se permitió llorar, ahora sí. Porque no era por un sinvergüenza, era por ella y el futuro que iba a darle a su pequeño bebé.
Cayó de rodillas y se tapó la cara para opacar los sollozos, no quería que Oscar viera lo débil que era, no quería que aprovechara ese momento tan vulnerable para volver a herirla.
Se sintió mal por no poder llorar como quería.
~•~
El frío había armado una coraza alrededor de su alma, y había traído consigo un ligero resfriado, no le importó. Ahora ella era fuerte. Al menos quiso pensar eso.
Que Oscar no haya comido nada de lo que había preparado no le importó, se lo comió todo ella sola. Su bebé iba a agradecérselo algún día. Así que después de desayunar, limpió la mesa y se acostó en el sillón al lado de la chimenea.
Suspiró y agarró el teléfono para llamar a su mamá. Marcó su número y esperó paciente a que la atendiera.
― ¿Hola? ―La voz de su madre sonaba apagada, como si acabara de despertar. Por un momento Patricia se sintió culpable― ¿Patri? Hija, ¿sos vos?―pero al sentir el entusiasmo de su madre para saber si era ella, toda la alegría que había perdido volvió.
―Soy yo mamá.―Quizá fue el embarazo o simplemente que la extrañaba horrores, no pudo evitar llorar de nuevo.― Mami, vengan a vivir conmigo
Patri no lo pensó dos veces, ella iba a traer a su familia. Después de todo la casa era muy grande.
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Más allá de los sueños
RomanceA veces, cuando uno menos se lo espera, cuando todo en tu vida está medianamente bien, algo llega para destrozarte, algo que te hace despertar de tu mundo de sueños y te hace empezar a luchar. A luchar con todas tus fuerzas, a volar contra el viento...