Capítulo 23

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-POV Patricia-

Estaba lista. Me había abrigado y mentalizado para ir por mi familia. De nuevo eran los únicos que me importaban. Ya no pensaba en mi pobre e iluso corazón. Estaba decidida a no hacerlo.

Moví mis pies hasta la puerta de entrada y suspiré pensando en cómo iba a ser todo después, ¿tenía que preocuparme por eso? Quizá no. Ahora yo era dueña de mi vida, de mis tiempos, mis decisiones, de mi misma. No era suya. Él no era mío...

¿Alguna vez llegue a serlo?
No. Nunca había sido suya, porque él nunca me había dejado, porque él no quiso y rechazó todo eso que le estaba queriendo dar.

"Se lo pierde" Me dije a mi misma. Y era así, no tenía que dejar que influya en nada. NADA. Yo era todo ahora. Yo y mi familia.

En mi mente saltó el recuerdo de que estaba embarazada. Otra vez sentí náuseas de los nervios, pero me negué a dejar que eso me impida a ir a mi antigua casa y empezar con la mudanza. Hoy era el día.

Abrí la puerta sin volverlo a pensar, salí y me di vuelta para echar llave. Afuera hacía un frío de mil demonios, cada vez que respiraba podía ver el humo saliendo de mi nariz. La tentación de hacerlo por la boca me invadió. De repente quise hacerlo, solo por el hecho de poder ser niña de nuevo sin tener que pedir un deseo o recurrir a brujas y hechiceros.

Así que lo hice. Inhalé aire por la nariz haciendo que por dentro se enfríe hasta llegar al dolor y me preparé para soltarlo. Abrí la boca despacito, tratando de grabar este momento, el humo no se hizo esperar y cubrió toda mi vista. No... nunca había hecho esto de esta manera, nunca tan grande y con tanta emoción.

Quise llorar, la próxima vez que haga una cosa como esta va a ser cuando le enseñe a mi bebé a hacerlo. Voy a enseñarle la maravilla de crear humo solo por diversión. Voy a enseñarle que el invierno no es tan malo y que no solo trae frío, indiferencia, amores imposibles, enfermedades, pobreza y nuevos miedos. Sino que también trae cosas lindas. Mi pequeña luz es la mejor cosa que trajo el invierno. La mejor y siempre lo va a ser.

― ¿Qué se supone que haces? ―Sentí una risa a mi espaldas y giré de inmediato. David. ― Señorita Patricia, si sigue así no voy a dudar en meterla en mi auto y verme obligado a darle calor para que no se resfríe―dijo acercándose lentamente con las manos unidas en los bolsillos de su pantalón.

―Supongo que no puedo enfermarme más de lo que ya estoy.― Sonreí y él también lo hizo. Su hoyuelo en la mejilla izquierda y la ausencia de uno en la otra me llamó la atención. David era muy apuesto, no podía negarlo. Incluso más que Oscar.

"Mucho más que Oscar" saltó mi subconsciente por segunda vez en el día. ¿Qué estaba pasando que  últimamente opinaba mucho? ¿O es que antes no había querido escucharla? No lo sé.

―¿Y qué hace su esposo que no la tiene en cama y obligada a recibir cariño? ―reí con su ocurrencia y dudé en responderle. Así que solo terminé de acomodar mi ropa y mirarlo con una sonrisa―¿o es que ya se separó? ―un brillo cruzó por su mirada y mi sonrisa desapareció.

―Podría... podría decirse que estamos distanciados en este momento―recordé a mi familia al terminar de decir eso y quise apurarme― ¿Qué te trae por aquí, David?

―Oh, claro―susurró mientras miraba como calentaba mis manos con mi aliento―. No sé si es que Eduardo ya se lo haya dicho―llevó sus manos a las mías y las separó con delicadeza de mi boca para atraparlas entre las suyas y supongo cubrirme del frío―, pero vamos a cantar juntos en el próximo show, y pensé en venir a ensayar. ―No supe que responder en el momento. Sus manos... sus manos estaban acariciando las mías de una forma muy particular, hacían que quiera no irme de su lado― Pero veo que está apurada―él miró nuestras manos y sonrió soltándolas―. Perdón por eso, es que mi hermanita hace lo mismo y... es una costumbre.

―No hay problema―dije guardando mis manos en los bolsillos antes de que se le ocurriera agarrarme de nuevo y esta vez no me soltara―. Podrías venir mañana a practicar. Ahora estoy por ir a casa de mi mamá y...

―Puedo llevarte―interrumpió dejando ver su hoyuelo una vez más.

No me resistí, acepté, y no me arrepiento.

Subí a su auto apenas dejé salir el "sí" porque según él no quería que siga enfriándome, y no me negué, dejé que me abriera la puerta y que me ayude con el cinturón. Si me preguntan que tal era su olor, pues, increíble. Solo eso, una palabra alcanza, él era increíble, atento, cuida, gracioso, sabía escuchar y... aunque no lo conozca del todo puedo decir que sería un gran hombre cuando se case.

Se detuvo cuando pasamos por una panadería al ver que mi cara se había transformado solo por oler de lejos unas masitas endemoniadas. No dejó que le pague, no dejó que salga de nuevo al frío y tampoco me pidió una.

Reí todo el camino. Me contó sobre su hermana menor, al parecer él no tenía padres y tenía que cuidar a su hermanita que estaba internada. Tenía cáncer...

Recordé haberlo visto antes en el hospital, pero nunca le había tomado importancia. Al parecer hacía poco que su hermana había enfermado y no dudó en abandonar la universidad para empezar a trabajar.

Después de semanas, por primera vez me sentí bien contándole a alguien sobre mis temores y debilidades...

Después de semanas, tuve un hombro para llorar que me comprendiera y que supiera que es lo que se siente.

Él dijo que yo era su ídola... Yo lloré entré risas mojándole todavía más el abrigo de lana que tenía puesto.

~•~

Cuando llegué a casa mamá estaba preocupada.

― ¡Debiste llegar hace dos horas! ―había dicho todavía llorando― ¡y para el colmo no respondías las llamadas!

Yo la abracé y le conté que me había entretenido con un amigo. Se lo presenté, ella al parecer ya lo conocía así que lo abrazó con fuerzas y lo invitó a tomar café.

Él jugó con mi hermano a los autitos hasta que estuvo el café, y después conversó con Sandra de algo que solo ellos entendían. Fue algo que con Oscar todavía no habíamos hecho.

Y Dave no era mi esposo...

Más allá de los sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora