Capítulo 34

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-POV Patricia-

*Meses atrás en el hospital*

―Estás embarazada...―había dicho apenas entró a la habitación. Yo sonreí, porque no supe decir nada en ese momento y asentí. David también me sonrió y se acercó a mí sin sacar la vista de mi vientre abultado―. Qué alegría...―susurró levantando su gran mano y posándola ahí, sobre mi bebé, que seguía durmiendo en mi interior―. Lo que daría porque fuese mío―esta vez me miró y movió su dedo acariciándome―, pero no lo es, ¿o sí?

―No, no lo es. Ya estaba embarazada cuando... pasó eso―pude sentir como las mejillas se me sonrojaban al recordar que ese hombre en algún momento me había hecho suya y él medio sonrió al notarlo, pero en sus ojos no estaba esa sonrisa que llevaba―. Lo... lo siento. 

El negó con la cabeza y se sentó a mi lado en la camilla. Sacó su mano de mi vientre y la posó sobre mi mejilla analizando el vendaje que tenía en la cabeza.

¿Qué debía decirle? ¿Qué caí al piso porque Oscar me abandonó? No... no quería la pena ni compasión de nadie, menos de él que me creía su chica perfecta. No es que me importara, obvio, pero no quería que él dejara de pensarlo. Ya lo pensaban mamá, papá, mis hermanos...

―Oscar es un gil y un estúpido por perderse de esta maravilla... y lo digo por vos y tu bebito ―la forma en la que él me miraba me incomodaba. No tenía miedo de demostrar lo que sentía frente a mí aunque sepa que iba a rechazarlo abiertamente.

― ¿Maravilla yo? ―reí―. Si lo fuera podría tener lo que quisiera... a él por ejemplo.

―Por favor―cerró los ojos y negó sonriendo―. Él es un imbécil. Vos... vos lo sos todo... nadie es perfecto linda, nadie puede hacer completamente feliz a su pareja pero siempre trata de dar todo de sí. Si él no supo verte, lo maravillosa que sos, y no hablo de perfección porque nadie es perfecto, es que entonces algo anda mal en él. No en vos, diste lo mejor ¿o me equivoco?

Yo negué, no se equivocaba, había hecho todo lo posible para que Oscar se quedara a mi lado y a él no le había importado nada... y ahí estaba David para decirme lo maravillosa que era a forma. En esa manera tan tierna que tiene para conmigo.

Y quizá fue eso lo que hizo que después de un mes de estar junto a él cantando en todos los escenarios que pude permitirme, empecé a tenerle un cariño más allá de la amistad. Lo acepté, acepté que forme parte de mi día a día y que me ame de esa forma tan especial que tiene. Desesperado y con mucho cariño.

Dejé que nos adopte a ambos... a mi bebé y a mí, porque a su lado había dejado de sentirme triste y él permitió que no caiga en depresión, me enseñó a sobrellevar el abandono de mi esposo con más normalidad y el divorcio aún mejor. Sí. Nos habíamos divorciado después de dos meses y... no fue lo que esperaba.

Oscar entró a la corte después que yo, me saludó con un gesto en la cabeza y ni siquiera se dignó en preguntar cómo estaba su hija después de todo.

Otra noticia más, iba a ser nena, una hermosa princesa la cual David ya empezaba a malcriar regalándole a la madre de todo para comer y a ella juguetitos con el que seguro no iba a jugar hasta los tres años, pero él decía que eso no importaba, y si a él que era el que compraba no le importaba a mí menos. David era todo lo que yo esperaba de Oscar y me hacía feliz.

Nos sentamos ese día frente a la jueza y pude sentir como Oscar me miraba de a ratos, quizá pensaba en volver, pero no quise ilusionarme. Quizá solo le calentaba verme con David, quizá que había rehecho mi vida de nuevo tan rápido como él y que no me había afectado en lo absoluto, aunque la verdad era que seguía esperándolo durante las noches a pesar de que el brazo de David me rodeaba y me contenía. No había podido superarlo y no creía que iba a poder hacerlo.

Al salir de la corte le había pedido a David que me dejara sola para pensar y él a regañadientes aceptó. Caminé sin rumbo alguno sin soltar ni una de todas las lágrimas que amenazaban con salir. ¿Para qué llorar?

―Patricia―escuché su voz a mi espalda y toda yo se estremeció... esa voz que aparecía en sueños a veces para arrullarme y otras para seguir torturándome―.¿Podemos hablar? Me di vuelta tratando de ser fuerte, aparentando ser todo lo que no era, alguien fuerte.

―Hola, Oscar... por supuesto.

Él pasó su mano derecha por su cabello, despeinándolo y haciendo que todo lo que sentía por David quede en el olvido.

―¿Cómo está? ¿Ya sabes si es niño o niña?―miró mi panza con notable temor y rápidamente sacó la vista de ahí, para dirigirla a un auto que estacionaba en frente.

―Está bien...―acaricié mi vientre ya que Marta empezaba a dar pataditas juguetonas como si supiera que su padre estaba en frente de nosotras―. Es nena―él hizo una mueca de disgusto y sacó su mano del bolsillo del saco que llevaba con una flor arrugada dentro.

―Vine a pedirte perdón y a darte esto―estrechó la rosa blanca hacia mí y la tomé con cuidado de no rozar su piel―. De verdad lamento haberme ido de esa forma.

―Ya no importa. Oscar deberías darme tu número para al menos poder decirte cuando nazca o...si pasa algo. 

Él sonrió por primera vez desde que nos habíamos visto y negó con la cabeza.

―No es necesario. Sabré cuando sea el momento.

Y se dio la vuelta para después irse sin dirigirme una palabra de despedida. Ni a mí, ni a su bebé que tan ansiosa estaba de recibir una caricia de su parte...

Más allá de los sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora