CAPITULO 2

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Me despierto sobre las nueve y media de la mañana con ganas de estamparle el despertador a alguien en la cabeza. Decido que no voy a bajar a desayunar ya que mi única conocida tenía clases hoy y mi compañera de piso debe de seguir durmiendo después de la noche tan ajetreada que ha tenido y, la verdad, no me apetece para nada bajar sola.

Me pongo mis zapatillas de deporte, un pantalón corto y una camiseta ajustada de color rosa. Bajo a la sala de televisión donde hay una máquina de café, ya que una adicta a la cafeína como yo no puede empezar el día sin su dosis diaria en las venas. Meto el dinero en la máquina y, una vez más, el universo se alinea en mi contra y lo único que me da la máquina es un vaso con un poco de azúcar al fondo.

- Mierda – digo mientras le meto una patada a la máquina.

- Hola – me dice una voz de chico a mi espalda. Me giro y veo a un chico moreno más o menos de mi estatura con unos dulces ojos almendrados que me observan desde atrás - ¿Problemas con tu café?- pregunta mientras me sonrojo al ver que me ha pillado en pleno ataque de furia matutina.

- La puñetera máquina me ha dejado sin café y se ha tragado mi dinero – le explico al chico que se ríe de mi en mi cara.

- Vaya, me alegro divertirte – le digo mientras entrecierro los ojos con claro enfado.

- No, lo siento. No te enfades. Toma – me dice mientras me tiende el café que el mismo lleva en la mano

- ¿No te han dicho tus padres nunca que no aceptes caramelos de extraños? Pues la versión adulta sería que no aceptases café de extraños – le digo mientras me pienso si aceptar el café o no.

- No. La verdad que murieron cuando era a penas un niño. – Me dice con el semblante serio.

¿qué? Joder Paula, no puedes mantener la puta boca cerrada, me reprendo a mi misma mientras abro los ojos tanto que parece que se me van a salir de las órbitas y mientras mi cara pasa por todos los posibles tonos de rojo hasta llegar al puro escarlata.

- Lo siento. Lo siento mucho. No pensaba que...

El chico vuelve a interrumpirme con una enorme carcajada.

- Ojala te hubieses visto la cara que has puesto – me dice mientras se sigue riendo

- ¡Serás imbécil! – le grito tan alto que creo que voy a despertar a todo el edificio.

- No, soy Kevin. Un placer- me dice mientras me hace una especie de reverencia.

- Yo soy Paula y no puedo decir que esté siendo un placer.

El chico sonríe y me coloca el vaso de café en la mano, me guiña el ojo y se larga dejándome allí plantada. En fin, decido que lo que no mata engorda y me tomo el café, que ya se ha quedado frío, de un sorbo. Después, salgo de la residencia a correr un rato a ritmo del reguetón que sale de mis auriculares. Corro dirección al campus de la universidad para ver como es y no estar tan perdida al día siguiente cuando comience las clases. Estoy demasiado cansada debido a que no he dormido en casi toda la noche. Paso por delante de la facultad de medicina. Es grande, pero no tanto como la de Madrid. La fachada es de color crema y los adornos son de ese color azul que parece caracterizar a todo lo que tiene que ver con la Universidad de Málaga.

Noto como mis pulmones arden ante la falta de oxígeno por la carrera y decido sentarme a la sombra un rato a descansar y saco mi móvil. Marco el número de Dani, que contesta al cuarto toque.

- Hola preciosa, ¿qué tal va todo?- me pregunta de forma alegre

- Hola, bien he salido a correr un rato para conocer la zona. ¿Tú qué tal?

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